Domingo Berriel era este jueves el político más cabreado que surcaba las aguas interiores de esta nacionalidad, descontando a Soria, claro, que lo disimuló como pudo. El consejero de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias no dimitió, como quizás habría hecho cualquier personaje público de un país civilizado al que se le conozcan unas conversaciones tan comprometedoras como las que dimos a conocer aquí. Es obvio, pese a quien pese, que Berriel, Iglesias y Adán Martín tenían un acuerdo con el empresario Santiago Santana Cazorla para facilitarle el acceso a las camas turísticas excepcionales previstas en la moratoria. Si es o no un tráfico de influencias recogido en el Código Penal, allá los doctores que tiene la Iglesia, pero que había conchabo, éso no hay quien lo pueda negar. Sin embargo, Berriel declaró que piensa querellarse contra los medios que han divulgado sus conversaciones. Está en su derecho, pero creemos que patina.