La radio pública canaria ha vuelto a dar lo mejor de sí, lo mejor de sus profesionales: uno de sus locutores estrellas (llamarle periodista por esta gesta denigraría a todo el gremio) telefoneó la noche del martes al joven al que, pocos días antes, habían colocado como el asesino y violador más temible del mundo. El locutor consiguió su teléfono móvil y comentó a sus compañeros que lo iba a intentar. Y lo intentó hasta obtener un dudoso éxito. El afectado atendió la llamada, que estaba siendo grabada desde el principio sin su autorización, posiblemente sin haberle explicado lo que estaba ocurriendo. No bastó con que dijera que estaba absolutamente sedado, es decir, con su voluntad y su conocimiento menguados por la medicación. Había que conseguir el documento sonoro, y el locutor se introdujo en una entrevista que jamás debió haber sido hecha, y mucho menos emitida. El abogado de la segunda víctima de este suceso (la primera acababa de ser enterrada en Parla) ya ha anunciado medidas judiciales contra la radio pública por conducirse de modo nada ético y sin autorización legal para actuar como lo hizo.