José Miguel Pérez empieza su carrera hacia la secretaría general del PSOE lastrado por varios factores, descontada la influencia nacional y lo que dé de sí la crisis en 2010. Uno es, sin duda, la herencia dejada por López Aguilar tanto dentro como fuera del partido. Una herencia que si en el plano positivo supone un aceptable nivel de credibilidad electoral del PSOE, tiene como negativo cierto aislamiento frente a los poderes fácticos isleños, incluidos los medios de comunicación del mangoneo total. El otro lastre de Pérez es, en relación con lo anterior, el apoyo decidido que le está mostrando desde el principio el periódico Canarias7, el que más se ha significado contra López Aguilar y el que terminará mezclando churras con merinas, saavedrismo como josemiguelismo, para terminar mandándolos a los dos a freír espárragos y potenciando de nuevo a Soria. Tiempo al tiempo. Pero sobre todos esos factores de partida, el que verdaderamente puede dañar a Pérez dentro de su partido es el que encarna el histórico dirigente socialista Agusto Brito, en cuya casa se fraguó la candidatura del presidente del Cabildo durante una cena.