Las TDT que conforman ese universo multicolor son producto de muy medidas adjudicaciones de frecuencias otorgadas por el Partido Popular, que ha sabido colocar en cada lugar estratégico alguna cadena que, convenientemente untada con dinero público, remarca de manera exorbitante todas las noticias escandalosas que publican El Mundo, el ABC, La Razón y, cómo no, el diario impreso de Intereconomía, La Nación, que bien podría llamarse Alcázar. Se trata de resucitar “la cultura de la crispación”, que Anson definió perfectamente cuando contó con pelos y señales en 1998 cómo fue la operación para acabar con Felipe González: “la cultura de la crispación existió porque no había otra manera de acabar con él; había que elevar el listón y entonces se buscó ese mundo de las irregularidades, de la corrupción. Y contaron con algunos jueces, como el mismo Anson reconoció meses antes de que Tiempo publicara sus confesiones, en un almuerzo con José Luis Corcuera y José Barrionuevo, a los que dijo que eran las ”víctimas de una operación de gran calado“. Jueces como Gómez de Liaño, que se prestaron a algunas operaciones más que sospechosas (no olvidar en este punto las torpezas de Eligio Hernández, que siempre parece dispuesto a echar una manita). Repasen ahora las portadas de la prensa del acoso y derribo contra Zapatero y su presunto sucesor, Pérez Rubalcaba, sustituyan Gal por Faysán y vayan encajando las piezas de lo que ya se cuece.