Siempre se ha dicho que el Festival de Música de Canarias era un capricho para gustos selectos, un invento de Jerónimo Saavedra para dar rienda suelta a sus acreditadas debilidades musicales. Pero después de 29 años, de los que el partido del señor Saavedra puede haber gobernado escasamente siete, parece consolidada la idea de que este acontecimiento de cada enero ha situado a Canarias en el mapa de la Música, que ha arraigado entre la gente de Canarias y que muchos aficionados del mundo se vienen a las Islas a disfrutar de su programación. Y no es un homenaje al elitismo, como desmontan las cifras, porque es imposible que con la que está cayendo haya 6.000 personas elitistas en Canarias que asistan a los cuatro conciertos inaugurales de la edición de este año en las dos capitales canarias, como ha ocurrido . Y que lo hagan para acudir a un lujazo como el protagonizado por la London Philharmonic Orquestra dirigida por el prestigioso Jorowski, una contratación de la que es responsable directa la directora del festival, Candelaria Rodríguez, capaz de despejar con acierto esa ecuación diabólica de hacer más con menos, como se exigen por esos mundos de los mercados de Dios. Las sesiones inaugurales del festival, empobrecido notablemente por los recortes presupuestarios, han resultado un rotundo éxito gracias al acierto en la programación, porque es un acierto la London, un acierto Jurowski, un acierto la violinista descalza, Patricia Kopatechinshaja, y un acierto el repertorio hasta el punto de que la Quinta de Mahler haya mere cido el elogio de muchos de los asistentes hasta el punto de calificarlo como uno de los mejores conciertos de todos los tiempos en Gran Canaria.