No sale de su asombro la juez de Maspalomas que lleva la denuncia por amenazas de dos policías expedientados de Mogán contra su sargento, y seguro servidor, Tito Ramos. Vale que se amenace, se diga de todo menos bonito y hasta se mente a la madre, oiga, que todo queda entre la palabra de uno contra la del otro. Pero a su señoría, como a cualquiera que viva a este lado del río Pecos, no le entra en la cabeza que el sargento se negara a recoger las pistolas que los dos agentes se disponían a entregar la noche del 14 de marzo, una hora antes de que comenzara su suspensión de empleo y sueldo. ¿Pero usted no sabe que incurrirían en un delito de posesión ilícita de armas si no las entregaban?, le llegó a espetar la juez al sargento. “Oh, es que yo acababa mi hora de servicio”, le dijo el tal Tito, tan pacho de galones. Todo huele a una emboscada, camino de Telde (¡ay, Dios!), para coger en un renuncio a estos dos represaliados. Si no, nadie entiende que la autoridad competente (sic) en Mogán los dejara armados. Y menos mal que pararon en el puesto de la Guardia Civil de Arguineguín, que si no, algo feo les hubiese podido ocurrir de vuelta a casa.