A José Manuel Soria le gusta estar rodeado del pueblo, sentirse uno más, comprobar de cerca cómo lo quieren. Por eso, desde que tomó posesión de la Presidencia del Cabildo, no ha hecho otra cosa que facilitar el contacto de los ciudadanos con la institución. Así, cuando mandó subir su trono seis escalones por encima del nivel del mar, quitó todas las butacas destinadas al público y redujo el aforo a una veintena de puestos. ¿Para qué más? Y para que el pueblo soberano lo tenga más fácil, hay que ir un par de horas antes a acreditarse. No piden certificado de buena conducta, que se lo cargó la democracia, pero ponen algunas peguillas relacionadas con la seguridad de Su Excelencia, entendemos. Este jueves, para protegerlo, su amigo José Segura le hizo un despliegue policial del quince para, total, la madre de un bombero, que tras muchas pegas, pudo entrar al pleno. Junto a los muchachos de Nuevas Generaciones, claro.