Hubo muchos aspectos que dejaron en evidencia el informe del técnico proponente, pero fue en la baremación económica y en las mejoras donde más descarada fue la discrecionalidad del concurso que se debatía. En este último aspecto llamó mucho la atención que se puntuara como mejora lo que en realidad era un requisito, el de tener una nave en el municipio para almacenar materiales y maquinaria. Y a más metros, más puntos. Cualquier empresa avispada podría proponer naves inmensas y pasar del medio punto a los 8,5. Ni que decir tiene que la del medio punto podría ser la empresa que interpretó la nave como un requisito, sin cargarle ninguna medalla adicional. Pero había puntos para las que regalaban dos ordenadores al Ayuntamiento, y hasta para la que regalaba unos coches... Cuando ya se habían depurado estas puntuaciones, diferencias entre concursantes de 15,5 puntos se quedaban en tan sólo cinco. Y ahí pararon, antes de que fuera peor.