La diferencia con aquellas bonitas palabras radica en dos aspectos trascendentales: a) el destinatario no fue en esta ocasión el camarada Mauricio, sino su nuevo socio de gobierno y actividades clasificadas, José Manuel Soria, y b) Rivero superó cualquier marca anterior en lo que a satisfacción (y climax) del homenajeado se refiere. Sin ánimos de entrar en lo puramente escatológico, les podemos asegurar que el discurso del presidente de los empresarios alcanzó momentos ciertamente excitantes. No fueron loas, ni alabanzas, ni panegíricos, ni riqui-racas, ni peloteo, ni apología, ni tan siquiera reverencias, fue la postración pública ante el nuevo líder de la política canaria, José Manuel Soria, para el que sólo le faltó pedir alfombra y palio. Porque Rivero, ya metido en faena de grandiosa y solemne oratoria, hasta se permitió recordar que cuando nació la CCE que ahora preside, había tres Papas y nacía la Constitución Española, que no es nada.