Estamos dispuestos a apostar con cualquier lector que José Manuel Soria será incapaz de humillarse ante el respetable y explicar a la ciudadanía por qué se empeñó en adoptar para la ciudad de la que era alcalde una potabilizadora imposible. Alguien anda buscando ya los informes negativos en los que se basó el hoy vicepresidente para hacer lo que le convino en aquel momento. No estamos pidiendo que se expongan teorías, que nosotros tenemos las nuestras y tienen mucho que ver con lo que en su momento le llevaron a adjudicar a Isolux las famosas nuevas membranas de potabilización que siguen sin operar a pleno rendimiento: otros ocho millones de euros tirados por el sumidero sin que nadie asuma responsabilidades. Pero lo importante es que la ciudad tiene ante sí un artilugio inservible con el que no puede hacer gran cosa, a no ser que alguien financie al menos parte de la producción (es capaz de generar más de 30.000 metros cúbicos diarios), y no tirar de mucho fuel que contamine más de lo que ya está la zona del valle de Jinámar. De momento, el Gobierno habrá de asumir el coste de un millón de euros al año que supone el mantenimiento, si no quiere que el deterioro siga comiéndose la potabilizadora, de la que nadie se ha ocupado hasta la fecha porque ni Ayuntamiento ni Estado han hecho nada al respecto.