El primer numerito de la jornada lo provocó, como no podía ser de otro modo, ese político excesivo e histriónico que es José Manuel Soria. Su intervención como testigo fue sonora y sonada, dura contra los denunciados, particularmente con Carlos Sosa, al que acusó de decir todos los días “que su línea editorial consiste en sacarme a mí de la política”. En la última palabra que se otorga al acusado, Sosa explicó al magistrado que la línea editorial de CANARIAS AHORA consiste en sacar de la política a los corruptos y que “si en ese grupo se incluye el señor Soria, él sabrá por qué”. Pero el vicepresidente buscó la primera oportunidad que le otorgó una pregunta de su abogado para relatar que, estando aún fuera de la sala pendiente de que se le llamara a declarar, ya conocía lo que había dicho el empresario Javier Esquivel, que declaró unos minutos antes. Y lo sabía, según explicó y mostró al juez, gracias a su Blackberry, donde recibió un despacho con una información de CANARIAS AHORA que transmitía, casi en tiempo real, lo que estaba ocurriendo dentro de la sala. De nuevo la irritación por el trabajo periodístico, de nuevo el “me están grabando”, señoría, de nuevo la patada a las libertades y a la publicidad de los juicios. Se olvidó que el protagonista del Soriagate, el Anacleto vicepresidente que graba a hurtadillas a los ciudadanos es él y nadie más.