Los más viejos del lugar recordarán aquel famoso escribiente de cartas al director que firmaba “Juan Salazar Herrera, obrero panadero”, lo que evidenciaba que el hombre no renunciaba a su gremio, pese a estar jubilado y que, además, dejaba claro a sus lectores que su afición por el comentario era sólo eso, afición. Algo parecido deben hacer todos aquellos empresarios de oficios artísticos y actividades clasificadas que un buen día deciden adentrarse en las procelosas aguas del negocio periodístico. Promotores inmobilarios, constructores y hasta industriales panaderos se empeñan a veces en confundir el bloque con la resma, la harina con el cícero y se meten a gobernar donde, de no mediar dinero, jamás llegarían a aprendices. Algo de esto, lamentablemente, está ocurriendo en el periódico La Gaceta de Canarias, sumido en un conflicto laboral que la propiedad se ha empeñado en complicar.