No debería ser noticia que el personal se le empiece a rebelar a la alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria. El ciclo político de su partido y el suyo propio parecen tocar a su fin y eso se nota en muchas cosas. Los funcionarios empiezan a perder el miedo, los concejales silenciosos mueven tímidamente los labios, y hasta las áreas urbanas de gran raigambre popular se ponen críticas. La última asonada de la que tenemos noticia se produjo hace unos días en los salones del Círculo Mercantil, donde una asamblea de comerciantes se pronunció abiertamente en contra de los planes municipales de levantar la calle de Triana para proceder a una nueva peatonalización. Los comerciantes recordaron que están perdiendo un 60% de ventas y que más que la calle Mayor, es necesario remodelar los alrededores. Pero la alcaldesa, que se ha acostumbrado a no recibir críticas de nadie, se ofuscó mucho, amenazó con llevarse el dinero a otra parte y terminó por marcharse refunfuñada. El concejal del distrito escuchaba sereno sentado entre el público.