En el imaginario colectivo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria siempre habrá un resquemor: haber votado a Pepa Luzardo para que fuera alcaldesa durante cuatro años. Esta estudiante de Derecho cuya última función laboral antes de alcaldesa fue primero de telefonista y luego de senadora, dice ahora que el alcalde miente y que la verdad siempre se abre paso. Como cuando inauguró el Galdós y nos avergonzó no dando el trato adecuado a una ministra que puso en los presupuestos del Estado lo que Álvarez Cascos siempre rechazó. Sabe Pepa que el centralismo tiene una genética difícil de domesticar, y ante una salida de tono del ministro de Defensa, que a partir de ahora pasa a la cuarentena por si sólo le adorna el mérito de ser amigo de Zapatero, en vez de alinearse con el alcalde, dice que que éste mintió. En la genética de Luzardo, está comprobado, hay componentes de Soria, y eso es igual a político amortizado. No es mejor, ni peor que su presidente, es sencillamente igual: gobernantes de relumbrón antaño, desechos de tienda hogaño.