Es curioso cómo nos ponemos de caprichosos a la hora de encajar las piezas del puzzle. Todo el mundo anda con la mosca detrás de la oreja por el excesivo y llamativo gasto de campaña que está demostrando el Partido Popular canario. No queremos ponernos porfiones, pero a todos nos gustaría que, cuando haya lugar y algún órgano fiscalizador tenga un hueco, nos explique cuánta pasta ha costado el despliegue y de dónde ha procedido exactamente. Porque de lo contrario alguna cabeza calenturienta se pondrá a echar las cuentas, a calcular lo que cuesta cocinar una encuesta, el kilo antiguo que cuesta cada contraportada en color en cada periódico, por qué la oligarquía de siempre hace tanta fuerza, por qué se preparan pactos que no hacen otra cosa sino reforzar esa misma oligarquía y, sobre todo, qué demonios tiene que ver todo este tinglado con que el Cabildo de Gran Canaria haya decidido aplazar el PIO al próximo mandato. De ganar el PP -adelantamos- se haría cargo del invento el mismo equipo de políticos que ha aprobado y gestionado el Plan General más especulador de la historia de Las Palmas de Gran Canaria.