No sabemos a estas alturas si Rafael Santana ya habló con el presidente del PP canario, José Manuel Soria, o si sus primeras plegarias se han elevado al presidente insular de Gran Canaria, Miguel Jorge Blanco. Puede que a alguna de esas consultas y a lo que le diga la almohada en este puente responderá la decisión que ha de tomar en breve: quedarse como concejal del gobierno sin atribución maldita, o mandarse a mudar para su casa para que el PP pueda relevarle con un concejal del banquillo. No descarta marcharse, lo que significa que será leal a las siglas y guardará para mejor ocasión el largo listado de casos y cosas que ha visto volar, margullar, parapentear, caminar, correr, dormir, resucitar y hasta desaparecer en estos largos años de Ayuntamiento junto a Pepa y los suyos.