No terminó ahí la declaración de Benítez Cambreleng. De hecho no acabó, y ha sido necesario habilitar una sesión extraordinaria del juicio este próximo sábado para que todos los abogados que defienden a los otros seis acusados puedan interrogarlo. Con un poco de suerte les contará dónde compraba sus corbatas de Disney su antiguo jefe, el eternamente sonriente Antón Marín, administrador de Grupo Europa, la empresa que entró en los ayuntamientos gobernador por el PP de la mano de Jorge Rodríguez. Éste es otro personaje destacable en el juicio. Impecablemente vestido, como es norma habitual en él, asiste a las sesiones con máxima atención, correcta compostura, silencio y atención a todo lo que pasa en la sala. Si no fuera porque está en el banquillo de los acusados, casi parecería que asiste a una sesión plenaria del Parlamento canario, donde sólo dejo de ser un habitual a partir de 2007, cuando dimitió al ser implicado en esta trama por la que ahora se le juzga. Como ocurrió con otros imputados del PP, tras el sofocón inicial Soria también lo invitó a reengancharse en la febril creencia de que la normalidad política termina tapando los comportamientos presuntamente corruptos. Jorge Rodríguez ha contado siempre con el apoyo político y personal de José Manuel Soria, pero en el aspecto puramente policial, con el del inspector Vargas, un agente del Cuerpo Nacional de Policía que en aplicación de su particular venganza contra los compañeros que le acusaron una vez de revelación de secretos en el caso Góndola (resultó finalmente absuelto), se pasó al lado oscuro de la fuerza, donde habitan los tantas veces investigados, para prestar su leal saber y entender. Que en ocasiones ha sido bastante poco, dicho sea con el debido respeto profesional que nos merece. A él debió referirse el mismísimo Jorge Rodríguez en una conversación en la terraza de la cafetería Me lo dijo Pérez (juramos por lo más sagrado que ese es el nombre del sitio) cuando pidió a su abogado Juan Sánchez Limiñana (al que deseamos un pronto restablecimiento de sus dolencias) que lo pusiera a investigarnos a nosotros a ver lo que nos trincaba. Pues el inspector Vargas estaba este lunes allí; se constituyó en la sala de vistas del TSJC en compañía de un ex agente, Alexis Martín, ya retirado del cuerpo pero aún afectado por el síndrome indisimulable de la venganza contra los que se lo hicieron pasar tan mal en la Supercomisaría. En unión de una elegante dama, compañera de despacho de Jorge Rodríguez, y del abogado de éste, José Anibal Álvarez García, se fueron todos en un receso a tomar café a un local próximo, lo que habrá reforzado aún más esos vínculos labrados a base de buscar y buscar hasta no dar con nada que permitiera alcanzar el propósito de suspender el juicio o de traer a declarar a Soria como testigo para darle al juicio la categoría de funeral de Estado. Ellos siempre han sido así de histriónicos.