Insistimos en que la crisis del movimiento empresarial grancanario no ha hecho más que empezar, y no porque la brecha abierta entre algunos empresarios no se pueda cerrar en un futuro próximo, sino porque ya cogido el gusto a arrodillarse ante el poder político que han adquirido algunos de los dirigentes, a ver quién les quita el vicio. Félix Santiago ha dado a todos una lección de coherencia y de ética (además que de estrategia empresarial) que unos no entendieron, a otros asustó y al resto les sonó a músicas celestiales. Y no es él el que ha perdido prestigio, sino más bien al contrario, ha vuelto a demostrar que se puede ser un empresario de éxito en Canarias sin doblegarse ante el poder político, ora por una subvención, ora por una adjudicación de obra pública. Si todos los demás actuaran del mismo modo, no sólo tendríamos una clase empresarial y una clase política más fuertes, sino que acabaríamos con gran parte de las prácticas corruptas de esta tierra.