No hay un solo dirigente socialista canario capaz de ocultar su desconcierto, y algunos siquiera su cabreo, ante la imposición nacida en tierras gallegas de apoyar los presupuestos de todas las autonomías españolas sean verdes o maduras, galgos o podencos. Debe haber sido cosa de las meigas y de ese espíritu reinante en tierras de Rosalía que impide saber si el que contesta pregunta o si el que está en la escalera viene bajando o va subiendo. El caso es que en Canarias, territorio ultraperiférico y ultramontano donde los haya, tener que apoyar unos presupuestos que ni siquiera ha aprobado el Gobierno de don Paulino equivale para los socialistas isleños un encargo poco llevadero. En Coalición Canaria y en el PP preparan los chascarrillos para el día del pleno presupuestario, y en Teobaldo Power se cruzan apuestas sobre el modo que tendrá Blas Trujillo o Manolo Marcos de ponerse flamencos para acabar flamenquines.