Ricardo Cabrera, técnico del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, trabajador laboral desde que dejara de ser concejal en los tiempos del cólera, se siente ultrajado. No le han gustado las críticas, como no han gustado a los ciudadanos sus actuaciones. Porque no parece de recibo que un técnico redacte los pliegos de condiciones que regulan obras o servicios, informe la contratación y él mismo sea quien luego certifique y liquide los contratos. Y nos preguntamos, de acuerdo con las liquidaciones de esos concursos durante siete años, ¿se puede afirmar que siempre se seleccionó al más económico? Porque no es de recibo que una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria no tenga un jefe de servicio, ingeniero superior, para dirigir las obras y el mantenimiento de sus infraestructuras.