El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
A mí los rusos
De repente los grancanarios han descubierto que lo que le falta a la isla no es una correcta planificación turística, ni unas instituciones capaces de mejorar las obsoletas infraestructuras en las urbanizaciones, ni unos ayuntamientos transparentes y eficaces o un verdadero líder con ideas constructivas. Lo que le faltaba a Gran Canaria, ¡albricias!, son ¡hoteles de cuatro estrellas! Ese es el mensaje: Tenerife tiene 40.000 camas de esa categoría frente a 20.000 de Gran Canaria. Y así no hay manera de competir con otra isla ¡del mismo destino turístico! Estupendo. No es cierto que los empresarios grancanarios apuesten mayoritariamente por los hoteles de cuatro estrellas. Y ahí están las pruebas para corroborarlo: la urbanización señera de la calidad turística en la isla es Meloneras, donde los buques insignia son cinco estrellas. La mismísima RIU, que pretendió convertir su Maspalomas Oasis en cuatro estrellas, cambió de criterio y apostó por la categoría superior. Las intenciones pueden ser otras. Un grupo alemán con capital ruso, WLH, anunció hace unos meses su intención de invertir en la zona de Tarajalillo unos 800 millones de euros en un complejo que contaría con tres hoteles y con un casino. Los hoteles, por supuesto, serían de cuatro estrellas y en suelo sin clasificar, justo las únicas condiciones que no permite la tan denostada ley. Para que el proyecto ruso-alemán pueda prosperar, hay que cambiar planeamiento insular, cambiar el trazado del famoso tren y conceder una licencia de casino, casi nada. Con ellos se reunió el impagable (es una manera de hablar como otra cualquiera) Carlos Sánchez y ya les dijo que no habría problemas. ¿Y quién es el propietario de esos terrenos de repente tan codiciados y que tanta reclasificación precisan? Pues de la familia del Castillo, estupendamente representada en el Círculo de Empresarios, el lobby que ha animado a José Miguel Bravo de Laguna a montar el aquelarre de este viernes. Esta es una de las banderas ocultas de Bravo y su equipo. Quizá podrían los rusos pagar la otra bandera, la que se empeñó el presidente en que ondeara con el éxito de todos conocido en la Fuente Luminosa.
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