La verdad es que parece mentira que Hillary Clinton, la secretaria de Estado norteamericana, no haya evacuado consultas con Esperanza Aguirre antes de lanzarse a valorar la muerte de Bin Laden y atribuirle a la organización que dirigía desde ignotas montañas los atentados del 11 de marzo de 2004 en España. La responsable de la diplomacia de Estados Unidos debe haber olvidado la profunda experiencia que tiene la lideresa en inteligencia y en contra-inteligencia, que para eso se convirtió en la primera presidenta de comunidad autónoma española en tener a su servicio a una red clandestina de investigadores secretos para investigar a los dirigentes del PP afines a Ruiz-Gallardón. También es Aguirre una reputada conocedora de las bandas terroristas internacionales, como quedó acreditado durante su decisiva intervención en el esclarecimiento de los atentados en cadena que se produjeron en Bombay en noviembre de 2008. La lideresa madrileña logró confundirse entre la multitud gracias a los calcetines de camuflaje que utilizó. Y tras una profunda y fructífera investigación que duró exactamente cinco segundos, abandonó tan rápidamente la ciudad india que hasta se dejó atrás a tres personas que formaban parte de la delegación española que ella presidía.