Ha pasado un tiempo prudencial para poder llegar a la conclusión de que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife está en manos de auténticos indocumentados. No ha sido suficiente que toda España se enterara de que una de sus concejales en el gobierno, Esther Sorrautte, confirmara públicamente que no tiene ni idea de lo que es una ONG; no ha sido suficiente tampoco comprobar lo alambicado de un pacto de gobierno que se sostiene únicamente por el interés del alcalde de no quedar desguarnecido ante las evidencias que se siguen descubriendo en el pelotazo de Las Teresitas. Fue también una auténtica vergüenza descubrir que los concejales de Festejos y de Hacienda compraban con dinero público los derechos de una canción carnavalera que era un descarado plagio de una composición chilena de mucho corazón. Ahora confirmamos que, por la tozudez, el caciquismo y la desvergüenza de Ángel Llanos, la capital tinerfeña puso en marcha de manera fatua la modificación de su Ordenanza de Policía y Buen Gobierno.