Si había alguna duda de que este Gobierno, con su presidente al frente, están fritos, achicharrados (con perdón), esa salida de pata de banca de Rivero lo confirmó definitivamente. Fue tan penosa la utilización del chiki chiki, tan traída por los pelos, tan inoportuna, indecente y hortera, que muy pocos miembros de la fanfarria le rieron la gracia. Más bien diríamos que no la tuvo en absoluto, y por eso Paulino le leyó con tan poca fe. Fue a partir de ese momento cuando el presidente empezó a perder el debate porque en su turno de dúplica, López Aguilar literalmente se lo merendó. Había que ver el poema en que se fueron convirtiendo las caras de algunas de sus señorías, empezando por Soria, que hacía esfuerzos casi sobrehumanos por que no se le escapara ningún tic modelo hundimiento del Titanic. Fue entonces cuando empezó con su performance favorita (huy, perdón), la del anuncio de 26 euros por trayecto Canarias-Madrid.