Las fisuras en el Partido Popular de Canarias son cada vez más evidentes, por mucho que el pensamiento único trate de extenderse de manera uniforme e indiscutible. El pulso de José Manuel Soria con los apadrinados por Madrid ya no se disimula en algunos ambientes, y ante la inminencia de las Generales de marzo, la cosa adquirirá tintes algo más dramáticos. Le viene ocurriendo a personas como Antonio López, delegado del Gobierno, o a Juan José Cardona, que dicen que pasa de delfín a maldito casi sin darse cuenta él mismo. Pero le pasa sobre todo a Águeda Montelongo, a la que le mueven la silla incluso sus más directos colaboradores, colocados a su alrededor por el enemigo soriano.