Si José Manuel Soria montara en estos momentos un circo, le crecerían los enanos por doquier. Unos de manera anónima, como es norma en el PP desde que se instauró el régimen de represión soriana, y otros con la frente bien levantada y la naturalidad propia del que no necesita la política para vivir. Javier Sánchez-Simón Serrano se encuadra en este último sector, del que forman parte los pocos que no tienen miedo a dar la cara, a criticar, y hasta a aparecer en las emisoras de radio que el jefe supremo tiene vetadas. Ha hecho un buen papel en la Autoridad Portuaria de Las Palmas, donde ha conseguido meter en cintura, aunque sea levemente, a los veteranos tiburones del negocio y reducir, aunque sea mínimamente, algunas prácticas mafiosas de esa institución. Sánchez-Simón sabe que ahora es el momento de situarse en la pole position, que dentro de unos meses aparecerán los oportunistas de siempre diciendo que ellos también criticaban a Soria desde las catacumbas. Por eso ha dicho eso que ha dicho de que él es un tío cojonudo, que puede ser un magnífico candidato a la alcaldía o a lo que le echen. Y si no le hacen puñetero caso, al menos ha movido el árbol quieto de ese partido. O tocado las narices un poco, que también es de agradecer.