Bueno, con la presencia en la calle de medio centenar de indignados (bastante menos del número medio que acostumbra a amenizar los plenos del Parlamento de Canarias) se constituyó este martes la octava legislatura canaria, que hay que ver cómo pasa el tiempo y algunos con los mismos pocos pelos de siempre. Antonio Castro Cordobez finalmente cedió y aceptó repetir como presidente del Parlamento, empatando en legislaturas con el flamante nuevo presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, y con el histórico Victoriano Ríos, que también estuvieron dos en ese puesto. El palmero tuvo que resignarse y renunciar a entrar en el Gobierno, pago del que se creía merecedor por el estropicio hecho en su isla por los malditos socialistas, que desalojaron a los suyos de media docena de ayuntamientos, entre otros el buque insignia de Los Llanos. Pero en el Gobierno no hay cama para tanta gente, y la entrada de otro palmero habría desplazado al actual, el titular de Infraestructuras, Juan Ramón Hernández, y tampoco se trataba de eso. Así que al Parlamento, a hacerle trastadas al Gobierno, que para eso el PP le han colocado en la mesa a un viejo lobo de mar, Manolo Fernández, que nutre de modo extraordinario su libreta de pre-jubilado con un cargo de alto nivel y más alto cobrar. Pero la noticia no estuvo en los fastos sino en el toque de distinción que aportó el único diputado de las AHI presente en la Cámara, José Javier Morales Febles. Dio su aviso a Paulino, y Paulino lo escuchó.