Dijo Serrat a sus comensales que lo más que le satisface en esta vida es sentirse querido, algo que tiene además la virtud de no tributar a Hacienda. Del resto de las conversaciones y del ambiente se podrán imaginar los derroteros, imposible de reproducir por el compromiso adquirido y porque no toca. Pero estuvo el catalán sembrado, simpático, feliz de estar en Canarias, de tocar unas horas después en Vecindario, de hacerlo luego en La Palma, que le encanta; de comerse de nuevo unos tunos blancos, de desear que le llamen de La Gomera para conocerla; ocurrente con los “movimientos” del Partido Socialista de Catalunya para colocar un ministro de candidato a la Generalitat y un alcalde de ministro; de lo mucho que le gusta López Aguilar; de las carreras de motos, del ciclismo y del efecto balsámico que ha producido Ronaldinho en el sofá televisivo de su casa en el momento en que se retransmiten los partidos del Barça. Un tipo genial que siempre es un lujo tener por aquí año tras año.