El primer objetivo del decálogo de Paulino Rivero es resolver el problema del paro que sufre Canarias. Lo dejó bien claro en un día en que se conoció un espectacular descenso en toda España (el mayor de abril desde 2006) y muy bueno para Canarias, casi 4.500 personas menos en situación de desempleo. Luego la reducción de trámites administrativos para las empresas, la excelencia y la calidad... Y, a partir del cuarto objetivo, el presidente ya empezó a mostrar algunas contradicciones con sus propios actos, como proclamar la necesidad de explotar las cualidades ambientales de Canarias o, ya metidos en gastos, conseguir en 2020 el nivel cero de emisiones de CO2. Fue justo en esta última pretensión cuando Paulino Rivero se paró para confesarse partidario de la utopía, muy al estilo de Galeano cuando la describe como el camino que hay que recorrer, los pasos que hay que dar, para tratar de alcanzarla, por mucho que parezca que se va alejando en el horizonte. Porque por muy buenas intenciones presidenciales, no encaja una potenciación de las cualidades ambientales ni la búsqueda de emisiones cero en una tierra cuyas administraciones maltratan sus especies naturales de la manera ya conocida y que se empeña en introducir el gas como combustible de referencia para las próximas décadas. El resto del decálogo, África, más competencias y más competitividad.