El que escupe para arriba corre el peligro cierto de que algo le caiga en la cara. La empresa Securitas dedica mucho de su tiempo y bastante de su economía a tratar de abrirse un hueco en el competitivo mercado de la seguridad privada en Canarias, y para ello no ha dudado en emplear los métodos más agresivos que vienen en los manuales. Incluso hace contrainformación, consistente en ir largando por ahí cosas de sus principales competidores a ver si un día suena la flauta y alguien publica algo. Sin embargo, la noticia negativa de la jornada, en el terreno de la seguridad, la vino a protagonizar este jueves un guardia de Securitas, que se puso flamenco con la Policía Nacional cuando agentes de este cuerpo pretendieron entrar en el centro de inmigrantes de Miller Bajo. Dicen las crónicas que el guardia les dijo que allí no entraban si no era con una orden judicial. No sabemos si tal actitud responde a que el hombre ve muchas películas o a que en su empresa lo han adiestrado mal. Porque la norma es clara: este tipo de vigilantes son auxiliares de las fuerzas de seguridad y están precisamente para ponerse a sus órdenes cuando es menester. Este viernes habrá juicio rápido y a la academia. Un gallifante para Securitas, a colgar en su viga propia.