Consumo responsable y protección de los suelos, las recetas de Ben Magec contra el cambio climático sin afectar a los ecosistemas en Canarias
La federación ecologista Ben Magec defiende que la lucha contra el cambio climático en Canarias debe estar basada en el consumo responsable y también en la protección de los océanos y los suelos vegetales, que absorben parte del dióxido de carbono. Para ello, defiende que la ciudadanía sea la que plantee las respuestas desde abajo hacia arriba, en lugar de recibir las decisiones impuestas desde las administraciones. Estas son parte de las conclusiones del documento Canarias ante la emergencia climática, publicado por la organización el pasado 24 de octubre, Día Internacional contra el Cambio Climático.
El texto es el resultado de la participación de Ben Magec en el proyecto Adaptación al Cambio Climático de los Sistemas Energéticos de la Macaronesia (ACLIEMAC), cuyo socio principal es el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) y en el que también participan otras trece entidades de Canarias, Madeira, Azores, Cabo Verde, Mauritania y Senegal. El documento de Ben Magec traza un diagnóstico de la situación mundial y local para esbozar herramientas y que sea la ciudadanía diseñe las soluciones.
La principal acción que defienden los ecologistas es el ahorro y la eficiencia en el sector energético y en el transporte, áreas responsables de las mayores emisiones de dióxido de carbono en las Islas. Casi el 80% de la electricidad proviene de la quema de combustibles fósiles, pero reducir esa cifra en favor de multiplicar infraestructuras renovables puede tener como consecuencia, a juicio de Ben Magec, “impactos elevados”.
Como ejemplo, expone la central hidroeléctrica de Salto de Chira o los parques eólicos y fotovoltaicos en Fuerteventura, que han generado movilizaciones ciudadanas en contra por sus afecciones en el paisaje o en la biodiversidad. Respecto a la obra entre las presas de Chira y Soria, Ben Magec ha mantenido una postura crítica, con manifestaciones contrarias al proyecto; pero también, dentro de la federación, hay posiciones que defienden el proyecto.
En cualquier caso, la organización observa que son infraestructuras proyectadas sin una planificación previa o un modelo energético global, llevadas a cabo, en la mayoría de los casos, por las principales empresas del sector que se dedicaban a la industria de los combustibles fósiles. Además, conectadas con tendidos eléctricos que dependiendo de sus trazados y ubicación “pueden tener diferentes niveles de impacto” en avifauna. Y la ciudadanía, añade, solo juega el papel de “mera consumidora”.
“Parece lógico entonces acercar los puntos de generación a los de consumo, lo que ayudaría a reducir las pérdidas y los impactos del transporte de la energía. Además, para llevar a cabo acciones de ahorro energético, quién mejor que la ciudadanía consumidora que, conociendo sus necesidades energéticas y las dificultades de generación de cada vatio de energía, dosifique y gestione su uso”, propone Ben Magec. En este punto, incide en la importancia de que la sociedad civil tenga acceso a los recursos y medios renovables para ser “prosumidora”.
La organización también pone el foco en el ahorro de electricidad en viviendas y en infraestructuras, con acciones como tener limpias y despejadas las ventanas para aprovechar la luz natural, generar corrientes y ventilación para reducir el uso de sistemas de refrigeración o de electrodomésticos. Ben Magec recomienda apagarlos o desenchufarlos cuando no se usen, como los pilotos de las regletas.
“Aunque parezca un consumo pequeño, prolongados en el tiempo y realizado por muchas personas supone un gran volumen”, y acciones cotidianas de este tipo “contribuyen a adaptar el consumo a la realidad del cambio climático”. La suma de estos gestos se puede, a su vez, ver reflejada en la potencia contratada, pues “la mayoría de los hogares y centros tienen una superior a la que usan”.
“Es posible reducir la demanda total de energía entre un 20-30%, eliminando el consumo innecesario, aumentando la eficiencia y avanzando decididamente en la creación de comunidades energéticas que gestionen de manera distribuida su energía y el autoconsumo por núcleos de vivienda con el aprovechamiento de todas las cubiertas de edificaciones”, señala Ben Magec.
En el ámbito del transporte, el documento cita que es el primer sector emisor de gases de efecto invernadero si se contabiliza la movilidad internacional a Canarias, no solo con los viajeros, sino también con las importaciones de productos del exterior, de los que las islas son muy dependientes o las infraestructuras que se generan, como las carreteras.
La organización considera que la reconversión de los vehículos de combustión interna por eléctricos no soluciona la movilidad. Primero, porque su fabricación y transporte a las islas genera emisiones; y segundo, porque se mantienen los atascos y se demandan más infraestructuras viarias para solucionarlos.
La propuesta de trenes en Gran Canaria y Tenerife, según Ben Magec, tampoco responde a la realidad del Archipiélago, porque requieren de mucha superficie de suelo y de energía que, de ser eléctrica, precisa de un mayor uso del suelo para parques renovables, o se da continuidad a las contaminantes centrales de ciclo combinado.
Por el contrario, Ben Magec defiende una “nueva cultura de movilidad”, promoviendo el teletrabajo y la disponibilidad de servicios donde habita la ciudadanía. También, cuando el desplazamiento es inevitable, aconseja seguir la jerarquía de la movilidad sostenible: la primera opción es andar, la segunda la bicicleta u otros rodados no motorizados, la tercera la guagua y el cuarto el vehículo compartido.
La alimentación es otro punto clave para la organización de cara a la lucha contra el cambio climático. En este sentido, asegura que el 90% de los suelos de Canarias están en riesgo de desertificación y una dieta saludable, basada en verduras, hortalizas, frutas y legumbres, generan materia orgánica que sirve al terreno.
Y el suelo, y también el océano, son depósitos naturales de carbono. Los mares y los terrenos con vegetación absorben parte del CO2 que queda atrapado en la atmósfera. Pero, según Ben Magec, “la contaminación, la sobreexplotación, la pérdida de especies, los cambios en acidez o en oxigenación de los océanos y, en caso de los suelos, su desertificación, están llevando a que, en lugar de hacer de sumidero, se conviertan en emisores”.
Esto provoca que sólo retengan un cuarto de las emisiones y la mitad quede en la atmósfera, provocando mayor incremento de temperatura, según la organización. Para hacer frente a esto, el documento recoge la necesidad de desarrollar una adecuada depuración del agua que se vierte al mar, permitir la recarga de los acuíferos, devolver al suelo las fracciones orgánicas de los residuos como compostaje o controlar y erradicar especies invasoras,
“Cuidar de nuestros sumideros contribuye a que puedan seguir realizando correctamente su función de captación de CO2. Protegiéndolos, nos estamos protegiendo a nosotras. Unos ecosistemas sanos nos proveen de energía y agua más fácilmente, por lo que su cuidado en sí es una estrategia de adaptación al cambio climático fundamental, a la vez que de ahorro de recursos”, señala Ben Magec.
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