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Una futura Escuela de Alfarería Canaria, el sueño de dos artesanos de Fuerteventura

El arte de la alfarería. Año 1982

Ángela Jaizme Jerez y J. Silverio López Márquez

15 de noviembre de 2022 16:06 h

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Por la maestra del taller de cerámica de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Gran Canaria, Ángela Jaizme Jerez y por J. Silverio López Márquez, investigador, artesano y autor del manual Alfarería Canaria.

El conocimiento artesano se ha transmitido de generación en generación de forma no escrita, por observación e imitación y en el caso de la alfarería canaria, las mujeres eran las principales receptoras, practicantes y transmisoras de dichos conocimientos.

En la época de la Conquista y si se analizan las crónicas, se podría extraer y resumir la siguiente información: era un actividad realizada por mujeres, que también trabajaban otras técnicas artesanas como el junco y la palma. Se transmitían el conocimiento “de unas a otras”. El método que usaban lo definen “sin molde, torno ni otro artificio que sus manos”. La mezcla era “de barro con arena, les ponían almagre y las bruñían con callaos” . La cocción la realizaban en “hoyos cubiertos de arena y mucho fuego”. Elaboraban ollas y cazuelas a las que llamaban “gánigos” donde hacían sus comidas y “piezas grandes, pequeños tostadores, tallas como tinajuelas para agua”.

No se conocen datos del lugar o lugares donde se recogió esa información pero todo indica que fue una actividad generalizada y que ciertas fases de elaboración que definen, las podemos identificar hoy día.

Esta es la información escrita que ha llegado por parte de los colonizadores, asimismo se ha logrado recuperar una considerable cantidad de piezas y tipologías de las que se desconoce su cronología, su función y quienes y cómo las realizaron.

Con la escasa información aportada en los textos se podría hacer una comparación con la alfarería tradicional y comprobar que algunas de las fases de elaboración continúan realizándose. 

Un trabajo que aún no se ha realizado y que daría mucha información sobre los procesos de elaboración utilizado en esa época, es la realización de barridos y escaneos detallados del interior y exterior de las piezas para analizar las trazas y huellas, tanto en la elaboración como en la decoración dejadas por la mujeres que las confeccionaron así como de la calidad de las pastas.

En cuanto a la transmisión del conocimiento, los sentidos son una parte importante en el aprendizaje, y ya desde el seno materno comenzaban a percibir los característicos sonidos que se producen en las diferentes fases de la elaboración. Los golpes al partir las piedras de barro, el roce de la pieza sobre la arena y la laja, el “rasponado”, los “aliñados de agua y almagre”, los sonidos acampanados de las piezas recién guisadas , el olor a quemado de la hornada...

Desde muy pequeñas, en un contexto de producción domestica familiar, el conocimiento era transferido por la abuela, la madre, la hermana, o una parienta cercana, que a la vez aprendieron de sus madres y así sucesivamente durante generaciones. Las niñas ayudaban en determinadas fases sencillas y a medida que crecían se integraban en la producción copiando los gestos, desarrollando las habilidades y destrezas necesarias para continuar por si mismas elaborando las piezas de principio a fin, aunque algunas se especializaran en determinadas fases.  Ese aprendizaje era lento, gradual y permanente.

El conocimiento tecnológico era comunitario y por el hecho de que se transmitiera de generación en generación, las habilidades no eran fijas, inmutables...Después de la conquista, las formas características y diferenciadas de cada una de las Islas cambiaron en formas muy similares entre sí, convirtiéndose en una nueva tradición que probablemente también sufriera cambios con el paso del tiempo.

Según comentó Jaume García Rosselló y Manuel Calvo Trías a los autores de esta pieza en el trabajo Making Pots:

El modelado de la cerámica a mano y su potencial interpretativo “...a la hora de analizar el proceso de aprendizaje no debemos concebirlo únicamente como una trasmisión individual y única de conocimientos, sino que también debe concebirse a nivel social, en tanto que lo que se trasmite no es únicamente el saber hacer del maestro, sino que engloba el conocimiento tecnológico que tiene el grupo. Por lo tanto, no se trasmite un conocimiento tecnológico individual sino el conocimiento tecnológico social. A su vez, este aprendizaje tampoco debe concebirse como una trasmisión exclusiva de conocimiento tecnológico, pues en el día a día del proceso de aprendizaje, junto a las enseñanzas técnicas se incorporan, de manera consciente o inconsciente, enseñanzas sobre valores, cosmovisiones, y el espacio social que ocupa el aprendiz, el maestro, y todo el grupo que realiza la actividad.”  .

En los años 80 las últimas loceras marcharon definitivamente dejando sus conocimientos técnicos, y “los que tuvimos la suerte de conocerles, lo atesoramos y procuramos conservar y divulgar”, explican los autores.

En la actualidad toda esa información dispersa que se logra recuperar se ha convertido en un puzzle que se ha ido recomponiendo de forma individual . Se rompió la cadena de transmisión y en muchos casos la técnica se ha reinventado a base de reproducir la información que legaron. Escudriñar, investigar y leer trabajos de investigadores que han recopilado parte de la técnica y, en algunos casos, incorporando algunos elementos no usados tradicionalmente en Canarias. 

Hemos regresado a un sistema de conocimiento empírico adquirido a través de observación e interacción con el entorno. 

Hoy en día los talleres son individuales, como el conocimiento adquirido y los intentos de continuidad, en muchos casos se han visto abocados al cierre como el del Alfar en la isla de Tenerife, existiendo pocos nexos de unión entre las personas que desarrollan esta actividad.

Sienten que se han quedado huérfanos y como pueden, van rehaciendo una parte de ese conocimiento que transferían y en la actualidad, solo inciden en la parte técnica dejando de lado la experiencia vital de muchas de esas personas que en el ocaso de sus vidas, a pesar de los duros trabajos que sufrieron, seguían trabajando y transmitiendo el conocimiento con actitud generosa, afable y desprendida. Habría que reflexionar cómo se quiere transmitir este milenario legado.

Según el periodista y sociólogo canadiense Malcolm Gladwell, se necesitan 10.000 horas de práctica para conseguir la maestría, eso hace un práctica diaria de 4 horas durante diez años. Por lo tanto, hace 100 años una niña de 5 años que comenzara realizando los trabajos mas sencillos, su destreza, a los 15 años o antes, podría ser de una experta, como lo eran su madre, su abuela, o vecinas.

Las instituciones canarias suelen impartir cursos de iniciación a la artesanía que en el mejor de los casos llegan a las 150 horas, con un contenido eminentemente práctico y donde la teoría brilla por su ausencia.

Los autores creen que hay dos formas para dar continuidad a las artesanías: uno, básico de divulgación que consiste en trasladar  información de las técnicas de elaboración, dirigida a un amplio espectro de la población, tanto a niñas como a adultos. Para este se ha solicitado reiteradamente, desde el año 1982, la inclusión de las artesanías en el currículo escolar con el fin de divulgar, sensibilizar y aportar la información necesaria para que en el  futuro sean conscientes del valor cultural de estas técnicas, las aprecien, valoren y sus productos vuelvan a formar parte de su vida cotidiana. En definitiva, que consuman artesanía canaria.

Dentro de esos cursos de iniciación y divulgación para adultos y niños estarían los talleres impartidos por pueblos, barrios de las islas con un nivel de información lo suficientemente extensa para transmitir una visión amplia de las técnicas y tipologías de Canarias, desde la aborigen, a la tradicional.

Otra forma de dar continuidad, sería la capacitación de una nueva generación de artesanos y remitiéndose a lo expuesto anteriormente, tradicionalmente no solo se  “transmite únicamente el saber hacer del maestro, sino que engloba el conocimiento tecnológico que tiene el grupo”

En la actualidad el conocimiento tecnológico que se posee es amplio, se puede condensar y trasladar a las nuevas artesanas mucha información, desde la tipología aborigen y tradicional, sus usos, conocimiento del territorio (búsqueda e identificación de materias primas), las formas características propias de cada Isla, usos, tipos de cocciones, etc.

Creen que es necesario, para darle una continuidad coherente y cargada de contenidos, la creación de una Escuela de Alfarería Canaria, donde se acumulen todos lo conocimientos que han llegado de los diferentes centros loceros de las Islas, tipología tradicional y aborigen, además de servir como centro de formación, documentación e investigación de las pastas canarias y sus posibilidades. 

La adquisición del conocimiento no es solo practico, necesita de un complemento teórico. 

“El aprendizaje del artesano es lento, gradual y permanente. Los artesanos hacen un producto de principio a fin. Al hacerlo el producto no le es ajeno.

“La lentitud del tiempo artesanal es una fuente de satisfacción; la práctica se encarna en cada uno y hace que la habilidad se funda con nuestro ser. La lentitud del tiempo artesanal permite el trabajo de la reflexión y de la imaginación, lo que resulta imposible cuando se sufren presiones para la rápida obtención de resultados. La madurez implica mucho tiempo; la propiedad de la habilidad es duradera,” comenta Estefanía Ávalos Palacios en su trabajo, Elogio del artesano indómito.

Los autores concluyen que 150 horas son insuficientes para tener una visión amplia de la alfarería tradicional canaria o de cualquier otra actividad artesana. En estos cursos o talleres de iniciación, se aprende a levantar una pieza, acabarla y guisarla en un horno de dos cámaras, eléctrico o de gas... y los iniciados cogerán rumbo sin información fiable de tipologías, decoraciones...sin acumular una información global de la alfarería canaria y de las especificidades propias de cada Isla: “Es una actividad de divulgación sin más repercusiones de continuidad y que da como resultado una persona ansiosa por seguir conociendo y con una producción errática y a veces de dudosa calidad”.   

Las maestras loceras han muerto y se ha perdido una parte de la tradición, un estilo de vida y una parte irreemplazable de la cultura. Hacen una pregunta: ¿Sabremos conservar y trasladar a las nuevas generaciones la esencia y las cualidades de la técnica que transmitieron durante siglos nuestras loceras o dejamos que cada cual elabore e interprete las formas al libre albedrío con el consiguiente empobrecimiento del producto.?

“(El conocimiento)... no solo (es) saber de dónde viene sino también dónde está y hacia dónde se dirige”, Leroy Gourhan.

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