La portada de mañana
Acceder
Israel aprovecha hasta el inicio del alto el fuego para continuar la masacre en Gaza
El grupo de León: la conexión entre Quirón, la pareja de Ayuso y el ático de Chamberí
OPINIÓN | 'Los imperios de las galaxias', por Enric González

En paz con el flamenco

Flamenco, ante todo flamenco. Eva Yerbabuena no juega al despiste. Ella es bailaora y su arte y tronío sobre el tablao son sus credenciales. Sin embargo, eso no quita que sea una artista de su tiempo, una creadora abierta a nuevos estilos y tendencias, una curiosa que bebe de otras fuentes para hacer de cada espectáculo un acto de fidelidad a la esencia del flamenco que desborda al espectador con los efectos añadidos de la fusión de disciplinas sobre el escenario.

Con Cuando yo era, Eva Yerbabuena trae al Teatro Cuyás un montaje conciliador en doble sentido. Por una parte, atrae en la forma a puristas del flamenco y aperturistas que buscan el diálogo con otros ritmos. Por otro lado, con el contenido saca afuera todos los fantasmas heredados de un tiempo no muy lejano en que esta España nuestra se mataba entre sí para sofocar el fuego del odio y hacer un llamamiento a la paz. Y vaya si se vale de buenos recursos esta artista para plasmar el odio acérrimo que como víctima de esa Guerra Civil le aflora al recrear la muerte de su bisabuelo paterno.

Eva Yerbabuena se vale, como decimos, del arte flamenco que corre por sus venas, pero también de la danza contemporánea que tan sutilmente encaja en sus coreografías, del cante y la música de los virtuosos que la acompañan en escena, de su garra interpretativa propia de una artista con formación en arte dramático; y, sobre todo, de la poesía. Sí, este es un espectáculo muy poético, una historia que nace del alma, de allí donde se cuecen las emociones. Ahí, Eva Yerbabuena no ha querido interferir mucho, y eso se nota. Ha dejado que broten sus sentimientos, y con los de ella los de su bisabuela y toda su familia, para sacar afuera el tormento y el desgarro que tan acertadamente transmite el flamenco.

Poesía brota a través de esa metáfora del trabajo artesanal del alfarero que sirve de hilo conductor en la dramaturgia de todo el espectáculo. Veremos a la bailaora cómo entierra las manos en el barro y cómo se da literalmente un baño en el lodo que empaña nuestras vidas para acabar rompiendo de un mazazo la vasija deforme en que nos vamos convirtiendo por los golpes que nos da la vida.

Sí, este espectáculo es un drama, es un llanto desgarrador como reflejo de lo duras que son las guerras. Aun así, no deja de aflorar en la sonrisa del payaso que intenta conquistar a la gitana en la feria o en la jarana carnavalera, números estos de todo un cuerpo dramático, un aliento de esperanza que nos invita a buscar la paz. ¿Cómo si no podremos seguir viviendo?

A través de sus tangos, serranas y bulerías, Eva Yerbabuena se nos presenta una vez más en todo su esplendor, con su fuerza y gallardía. La acompañan en el baile Mercedes de Córdoba, Eduardo Guerrero y Moisés Navarro, artífices los tres de que el espectáculo flamenco no se tambalee y que se vea enriquecido por las formas de expresión contemporáneas que tan acertadamente han sabido todos exponer.

En el apartado musical, sobran elogios para calificar el arte del cante de José Valencia, Jeromo Segura y Enrique El Extremeño. Mención especial merece Paco Jarama, que está magistral a la guitarra en todo momento, pero que realiza una función excepcional en las transiciones de cada uno de los números que integran el espectáculo. El rasgueo de las cuerdas de su guitarra van siempre acordes con los ritmos propios de la dramaturgia. Junto a él, excelente trabajo de Raúl Domínguez a la percusión.

En estas líneas nos hemos referido a lo vivido en la primera función que ha tenido lugar en el Teatro Cuyás ante un aforo que lamentablemente no llenaba la platea. Esta noche del sábado 23 de marzo, a las 20.30 horas, tienen ustedes una nueva oportunidad; es de aprovechar.

Etiquetas
stats