Pedro Almodóvar: “La gente me dice por la calle que vuelva a la comedia pura”
MADRID, 29 (EUROPA PRESS)
El director Pedro Almodóvar estrena este viernes su última película, 'La piel que habito', y durante toda la jornada ha atendido a medios de todo tipo junto a Elena Anaya o Antonio Banderas, diseccionando el filme y repasando su trayectoria bajo un sol de justicia. El manchego, que apuesta en esta ocasión por un registro más sobrio, aunque con una pátina de humor negro, dice que la gente le para por la calle para pedirle que realice una comedia pura.
“La gente por la calle me lo dice, se me acercan personas de todo sexo tipo y condición y me dicen: 'Vuelve a la comedia, me he reído tanto contigo'. La última película donde la gente se ha reído mucho es 'Volver', donde hay mucho humor también, pero una comedia desde 'Mujeres' no la he hecho, un género que me ha resultado muy grato. También debo decir que tengo cuatro guiones sin terminar y que uno de ellos es una comedia, así que hay un 25 por ciento de posibilidades entre los cuatro de que vuelva a hacer una”, explica el cineasta en un encuentro con la prensa.
El filme gira en torno a Robert Ledgard (Banderas), un brillante cirujano plástico que, espoleado por su tragedia familiar, implanta piel artificial en una misteriosa mujer a quien mantiene cautiva (Anaya), una proyección de su pasado que amplifica sus obsesiones.
A través de la fusión de géneros como el 'noir', el terror y la ciencia ficción casi contemporánea (la narración comienza en 2012), Almodóvar traza un mapa cíclico en torno al deseo, su realización y sus consecuencias, que en la película se vuelven devastadoras.
Cuestionado por su incursión en la ciencia ficción, el autor asegura que ese aspecto estaba desde el principio, desde que comenzó a trabajar en el guión hace una década, y que a lo largo del tiempo la ciencia ha avanzado tanto que la distancia entre ficción y realidad se ha reducido.
“Según ha ido pasando el tiempo --explica-- la primera década del siglo XXI, todo lo que yo ya planteaba se estaba convirtiendo en realidad. Por eso pongo que la película se desarrolla en 2012. Hace poco leímos que hay un laboratorio en Granada que cultiva piel artificial, incluso eso de algún modo es ya una realidad; la ciencia, desde que se descifró el genoma humano, ha avanzado mucho. Entonces bromeaba con un amigo que acababa de tener una hija, le decía que la llamara María Genoma, por la importancia de ese avance”.
Aun así, Pedro Almodóvar añade que nadie cambia toda su piel en la vida diaria, que es cotidiano que cierta gente modifique rasgos faciales o cambie de sexo, pero que el argumento de la película no deja de ser algo excepcional. “En ese sentido, el acercamiento que yo quería hacer al género fantástico tenía más que ver con cómo se plasmaba en el cine de los 50, en películas como 'Ojos sin rostro' o 'El increíble hombre menguante', que hablan del miedo y los avances de las tecnologías en mano de los 'malos', habla de algo esencial que es el miedo. Es en blanco y negro, pero está lleno de terror psicológico, que no estaba basado en que la sangre salpicara”, indica.
Con pinceladas de humor negro, y riéndose de su posición de director consagrado, Almodóvar bucea en nuestra naturaleza sin restricciones, conformando una inestable frontera entre luces y sombras y exprimiendo la belleza desapacible que a veces nace del horror.
“El ser humano da ejemplo sobrados de que el mal forma parte de nuestro código genético. Si no no hay modo de entender a este chico noruego, o el comportamiento de todo tipo de psicópatas. El mal está dentro de nuestra naturaleza, somos capaces de cometer las mayores atrocidades, algunos, no todos, pero quienes las cometen no dejan de ser seres humanos”.
Según el cineasta, el protagonista se mueve entre el “amor extremo” a una mujer y el “amor extremo a una profesión”, pero no contempla, dice, la existencia del otro, es incapaz de epatar y por eso es un “psicópata”. “Eso sí”, agrega, “Robert tiene motivaciones emocionales, no hay que olvidar nunca la humanidad de este tipo de personajes. Son humanos, para bien y para mal”.
BANDERAS RECUPERA LA TRADICIÓN DEL 'MAD DOCTOR'
En este contexto, Antonio Banderas recupera la dualidad de Ricky, el apasionado protagonista de 'Átame' (1990), removiendo el cóctel de deseo, amor y delirio que triunfó en su anterior película con Almodóvar. Aunque en esta ocasión añade un nuevo ingrediente, la 'frialdad científica', siguiendo la tradición del 'Mad doctor' de celuloide.
Detrás de su carácter, se esconde el influjo de la criada Marilia (Marisa Paredes), una mujer entregada que le apoya casi hasta el final y cuyas reticencias nacen de su amor por Robert, no de la inmoralidad de sus actos. Marilia, que emerge como su contrapeso racional, se muestra incapaz de confiar en la chica que le cautiva.
Cuestionado por su relación con Almodóvar durante el rodaje, el malagueño indica que la supuesta mala sintonía entre ambos no era más que trabajo. “Los actores tenemos tendencia a encerrarnos en nosotros mismos, a descontextualizar la historia. Eso es natural, lo he visto en los actores que he conocido. Esa pelea de la que se habla es trabajo, no más que trabajo. Él me decía: 'Cuidado, hay que bajar un poco aquí', y tenía razón”, subraya.
Según el actor, Almodóvar “es un género en sí mismo”, que no puede compararse con nada. “Pedro hace sin tapujos homenajes continuos a muchos directores y otros estilos, desde Shakespeare a la telenovela venezolana guarra. Eso es Pedro, lo tomas o lo dejas. En un mundo como el nuestro, creo que eso es una Coca-Cola en el desierto”, indica Banderas.
Por su parte, Elena Anaya ha marcado distancias con el papel de Victoria Abril en 'Átame', donde su compañera encarnaba a una mujer secuestrada, pero reconociendo su vigencia. “Yo tuve en cuenta el papel de Victoria Abril como fan de Pedro, pero no como referente en esta película, porque la relación de mi persona y el de ella con su captor es totalmente distinta”, dice.
“Aun así”, bromea y concluye, “que te secuestre Pedro está muy bien, y que te lleve a esa aula de oro tan maravillosa. Tenía ese síndrome de Estocolmo. Ha ayudado mucho la localización, la casa, esa especie de fortaleza de la que no se puede escapar, en medio de la nada y al lado de Toledo