Un Fitur de entretiempo entre lo kitsch y lo camp
Que el invierno sea particularmente frío en Madrid es lo habitual. Lo que es más infrecuente es que sea tan lluvioso, aunque, tal vez por capricho, el miércoles en que se inauguró esta última edición de Fitur amaneció soleado y si bien llegada la tarde volvió encapotarse la atmósfera, por unas horas esta villa volvió a ser bendecida por ese cielo azul, límpido y cristalino que le dió fama desde tiempo inveterado y que, cuando luce el sol, convierte en tan agradables sus inviernos. No debe ignorarse que la expresión originaria no era “de Madrid al cielo”, sino de “Madrid, el cielo”.
Y es que aunque los seres humanos cambiemos y, con el paso de los años, nosotros los de entonces ya no seamos los mismos, pocas cosas suelen cambiar a nuestro alrededor, ni en la climatología ni en lo que sigue constituyendo el corazón de los hombres y las mujeres que viven en este planeta.
Valga lo anterior como intorducción para decir que igual que, aunque mucho llueva, siempre termina por salir el sol, pareciera, o al menos eso nos cuentan, que Fitur puede ser el termómetro de la recuperación económica de nuestras islas, y la primera prueba de ello, además de las cifras concluyentes que indican que la caída en el número de visitantes ha cesado, sería el incremento en 1,2 millones de la oferta de plazas aéreas que se prevé para 2014.
Aunque llevamos ya tantos años de crisis que la alocución, sin preguntas, que Paulino Rivero, realizó este miércoles ante informadores, empresarios y gente del sector, al inaugurar el stand de Canarias en Fitur, no pudo evitar dejar en los que le oían una sensación de deja vu. De haber vivido ya antes esto mismo mil veces en el último quinquenio y de que esto mismo Paulino nos lo ha contado ya otras tantas hasta la saciedad.
Aunque esta vez -al revés que en el cuento del lobo- parece que la cosa va en serio y que con la diversificación y la entrada en mercados emisores como el francés y el ruso nos encontramos ante algo distinto. Y lo cierto es que cuando a media tarde escribo esta crónica en las mesas de la zona de reuniones del stand de Canarias aún hay bastante animación y por la mañana era realmente difícil encontrar un sitio. ¿Lo notarán para bien alguna vez los ciudadanos de a pie o solamente los empresarios?
Y es que, tras pasar a la historia los fastos y francachelas con que en pasadas décadas nos obsequiaba la troupe de Canarias en lo que antes era el gran circo de Fitur, con legiones de turistas en Madrid a costa del erario público de todos, al costearles el viaje las distintas instituciones isleñas, no cabe duda de que la presencia de Canarias en la Feria está cada vez más orientada al negocio entre gentes del sector y menos a la diversión y la parranda con pólvora ajena.
No, este año apenas se vieron dragqueen, sólo una, solitaria, alzada sobre sus zancos en el stand de Gran Canaria. Porque una vez más, con Bravo de Laguna al frente, Gran Canaria se empeñó en hacer rancho aparte con su Patronato de Turismo en una esquina que, todo hay que decirlo, estaba bastante poblada de personal. Y es que, habiéndose agudizado desde la anterior edición las diferencias entre administraciones por asuntos como la construcción de nuevos hoteles de cuatro estrellas, era lógico que la disidencia agudizara el afán independentista. Y Bravo no sólo se trajo una dragqueen para animar el cotarro sino también a un grupo de jóvenes majorettes, y hasta un Mini para competir en un rally.
Y mientras el presidente de CEOE, Agustín Manrique de Lara, andaba sonriendo por allí a todo el que se acercara, en eso llegó Paulino a saludar a Bravo respetuosamente antes de irse, como no tuvo más remedio que hacer poco antes, cuando apareció Soria junto a Felipe de Borbón y Grecia. Son las cosas de la política, que como ya uno la conoce un poco, a veces hasta consigue comprenderla con todas sus miserias, y hasta su atractivo, a la muy lianta.
IMÁGENES Y ESTÉTICAS
Y es que tan empeñado está Bravo en que hay una imagen de marca de Gran Canaria que publicitariamente merece potenciarse todo lo autónomamente que se pueda respecto al resto de Islas y que ello pasa por insistir en nichos de mercado que buscan el sol y playa o el turismo gay (y por cierta imaginería kitsch y horterilla de que podemos-hacer-que-te-diviertas-mogollón-a-un-precio-muy barato), como obstinado parece seguir el Ejecutivo regional en una oferta común y no demasiado diferenciada para todas las Islas, ya que,lo contrario, se dice, sólo sirve para desperdiciar esfuerzos.
Y en ese sentido, la verdad es que llama la atención la importancia que, frente al color azul y el amarillo, ha vuelto a tener el color blanco en el stand general de Canarias. Y no se trata más que de una opinión personal de alguien que nunca ha pretendido ser un esteta, pero la verdad es que el efecto no es demasiado positivo, pues dota al conjunto de una atonía bastante insípida y poco incitante. Y parece un precio demasiado elevado por no herir sensibilidades interinsulares, aunque también debe decirse que dicha atonalidad no es una novedad de esta edición, pues en las anteriores Canarias también apostó por esa misma estética postmoderna, algo etérea y delicuescente. Un contraste más que evidente con el carácter más duro y acusadamente vernáculo de otras comunidades, como Euskadi, que a su vez marcan su espacio con más claridad respecto al resto de la Feria, mientras que nuestro blanquecino y algo sosote stand emerge como la espuma en el mar y cómo plataforma atlántica abierta a su entorno.¿Será que eso es Canarias?
Pero ya metido uno en críticas al stand, y en contraste con la dicha estructura delicuescente, lo que sí se le antoja a uno producto de arcano aún más indescifrable es la estética decididamente camp de algunos de los afiches que en aquel conjunto se ubican y que, eso es lo importante, es la que conformará los folletos promocionales con que nuestro Archipiélago se trata de vender en el exterior. Porque un lema tan críptico y al mismo tiempo supercalifragilístico como el de “practica la brilloterapia” -repetido en todos y cada uno de los paneles a la vista y esculpido con la caligrafía redondilla propia de los colegios de monjas de la posguerra- no puede dejar a nadie indiferente, sino obligarle a pensar.
E igual sucede con esas fotos en los que las citadas frases están insertas: imágenes casi siempre de parejas a las que se les han aplicado mediante photoshop unos nostálgicos tonos sepia que nos retrotraen a los años 50, si bien dejando fuera las miserias que padecían la mayoría y remedando las dichas parejas en sus románticas actitudes el aire aventurero que se respira en pelis como El Paciente Inglés (Anthony Minguella, 1996) o Memorias de Africa (Sidney Pollack, 1985). ¿A qué este revival del africa colonial de posguerra?¿ Será por la influencia de series como El Tiempo entre Costuras?
Al menos, en el recuerdo de esta época agridulce, siempre nos quedará Paulino. “No sé por qué este señor siempre me ha recordado por su corte de pelo y el rictus de la boca, a Michael Douglas en ”Un día de furia (Joel Schumacher, 1992)“, me dijo, hace ya algún tiempo, un peninsular a quien no conocía de nada, viendo la televisión en la barra de un bar. Les aseguro que la conversación que les cuento es verídica.
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