Toda ciudad tiene dos vertientes; es decir, la que se ve a simple vista, y la que se conoce cuando se vive en ella. Este blog quiere contar lo que sucede en esta ciudad nórdica, tratando de no recorrer los lugares comunes tan del gusto de las guías turísticas. Y todo ello, en lengua castellana.
El ser humano tiene la errónea convicción de creerse el “rey absoluto” de la creación, independientemente de los beneficios que le pueda aportar su capacidad para manejar todo un arsenal de herramientas, las cuales, llegado el caso, pueden marcar o no la diferencia con el resto de las especies con las que comparte un mismo espacio en nuestro planeta.
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El problema viene cuando ese mismo “rey absoluto” de la creación debe enfrentarse, sin ninguna de las anteriormente mencionadas herramientas, a una amenaza letal, despiadada y muchísimo mejor adaptada al entorno en el que se desenvolverán los contrincantes de la partida en cuestión. Es, entonces, cuando las diferencias entre ambas especies desaparecen y lo único que queda sobre la mesa es el instinto de supervivencia de cada una, en estado puro y sin adulterar.
De necios sería, por otra parte, buscar respuestas a las cuestiones que tienen que ver con los lugares que escogemos los seres humanos para vivir. En algunos casos, es cierto que dicha elección es producto de una necesidad imperiosa, pero, en otros casos, resulta muy difícil digerir cómo las personas se decantan por vivir en lugares tan inhóspitos como lo puede ser, por ejemplo, el estado norteamericano de Florida y sus alrededores. Entre la exigente climatología, y la flora y la fauna que por allí pulula, vivir en aquellos parajes termina por ser una tarea titánica, siempre condicionada por un ambiente tremendamente hostil, empeñado en demostrarle al ser humano que allí no es bienvenido.
Quizás por todos estos elementos, y por algunos acontecimientos reales sucedidos durante el paso del huracán Florence (agosto-septiembre 2018), el productor Sam Raimi y el director-productor Alexandre Aja se decidieron a llevar hasta la pantalla Crawl, una historia sustentada en dichas premisas, según un libreto escrito por Michael & Shawn Rasmussen.
En esencia, Crawl nos cuenta el enfrentamiento de un padre y una hija contra los destructivos efectos de un terrible huracán y contra una jauría de cocodrilos americanos, también conocidos como aligátores, empeñados, éstos, en reclamar un territorio que era, es, y será suyo, por mucho que el hombre se empeñe en decir lo contrario.
No obstante, y como ya se ha dicho anteriormente, el primer “monstruo” de la narración cinematográfica es una climatología que pone sobre la mesa la indefensión de las personas cuando la naturaleza se pone seria. Da igual cuánto y cómo construyamos lo que construimos. Llegado el momento, todas esas edificaciones, los automóviles en los que nos desplazamos, al igual que las embarcaciones en las que navegamos serán simples elementos que el viento y la lluvia se llevarán por delante, sin mayores problemas.
Si a todo esto le añadimos el gusto del ser humano por complicar las cosas, tal y como descubrirá Haley (Kaya Scodelario) cuando sea consciente de que el sótano de su casa familiar conecta con una guarida de los saurios acorazados que están tratando de matarla a ella y a su padre, Dave (Barry Pepper), ¿qué más se puede pedir? Lo lógico sería, si me permiten la observación, no construir un sótano en Florida, pero, sin ser muy habituales, siempre hay quien quiere ir más allá de la lógica y, cuando las cosas se tuercen, o llega un huracán, pasa lo que pasa…
Después está otro hecho, en este caso, favorable, el cual diferencia al personaje principal de la película del resto de los seres humanos normales, por mucho que Haley crea que los problemas de su familia sean, en parte, culpa suya. La joven ha sido entrenada por su padre para ser una nadadora profesional desde que era una niña y, en eso, sí que se encuentra en igualdad de condiciones con sus antagonistas acuáticos. Ella, ni le tiene miedo al agua, ni se siente intimidada por el hecho de estar rodeada de manera constante y agobiante por dicho elemento. Esto no significa que pueda escapar sin ninguna secuela del acoso de las terribles y despiadadas bestias que la rodean, pero otra persona, en su misma circunstancia, no sabría cómo sobreponerse ante un escenario tan esquivo e intimidante como en el que se encuentran la joven y su progenitor durante la mayor parte del metraje.
Crawl demuestra que en el siglo XXI los héroes son quienes se comportan como tal, según el escenario en el que estén, independientemente de su sexo. Es más, Haley prácticamente no levanta la voz, salvo en muy contadas ocasiones, y su personaje poco tiene que ver con las “reinas del grito” de finales del pasado siglo XX cinematográfico. Su único interés es sobrevivir y ayudar a que su padre sobreviva, por mucho que sus diferencias vitales les hayan ido distanciando con el paso del tiempo.
Puede que, en este punto, el guion no deje ninguna concesión a la galería, dado que, como iremos sabiendo a lo largo de la narración, Haley llega hasta la que había sido su casa sin nada que perder, después de lo que la película cuenta en las secuencias iniciales. De ahí que el enfrentamiento con los enormes y despiadados aligátores le sirva de acicate para dejar atrás sus problemas personales y demostrarse a sí misma de qué es capaz.
Éste es un recurso que otras películas han desarrollado en los últimos tiempos. El mejor ejemplo es The Shallows (Jaume Collet-Serra, 2016), cinta donde la protagonista femenina, Nancy (Blake Lively), juega una letal partida de ajedrez vital contra un enorme tiburón blanco, de la misma forma que Haley se juega su vida contra los aligátores que la atacan desde bien comenzado el metraje de la película dirigida por Alexandre Aja.
Crawl posee todos los ingredientes desasosegantes de aquellas películas donde los “monstruos” son los animales a los que nos hemos empeñado en ningunear y condicionar, con nuestra torticera forma de explotar el planeta Tierra. Por lo menos, en este caso, sí sabemos quiénes son los antagonistas y qué han venido a reclamar, tal y como indican las señales que van apareciendo a lo largo de la película y que avisan del “peligro” que suponen los aligátores para la seguridad de los seres humanos.
En otros casos, como sucediera décadas atrás con “los pájaros” rodados por Alfred Hitchcock, nunca queda claro la razón por la que atacan a los seres humanos y eso infunde más miedo que la jauría que ataca a Haley, a su padre y a todos aquellos que se cruzan en su camino, por mucho que los animales que la conforman sean implacables, sanguinarios y letales.
Toda ciudad tiene dos vertientes; es decir, la que se ve a simple vista, y la que se conoce cuando se vive en ella. Este blog quiere contar lo que sucede en esta ciudad nórdica, tratando de no recorrer los lugares comunes tan del gusto de las guías turísticas. Y todo ello, en lengua castellana.
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