Carbón del malo; plata de la buena
Tierra de pioneros. El cartel, de madera, da la bienvenida a los que bajan de la enorme barcaza que cruza el Canal Fizt Roy desde el minúsculo casco de la municipalidad de Río Verde. Junto al embarcadero hay dos casas y una carretera sin asfaltar que costea este trozo de la Patagonia chilena de más de 5.000 kilómetros cuadrados. No hay pueblos. Esta es tierra de estancieros. El ganado fue, desde el siglo XIX, el motor económico de un territorio duro. Este trozo de tierra agreste con prados verdes y bosques de troncos retorcidos es algo así como la última frontera.
Isla Riesco cuenta con una de las mayores reservas de carbón de Chile. Carbón subbituminoso. Mineral de baja capacidad calorífica y altísimo poder contaminante. Pero carbón. Un recurso valioso para un país que debe importar la práctica totalidad de los combustibles fósiles que consume. Para el Gobierno chileno estos recursos son estratégicos y ha autorizado la puesta en marcha de cinco minas a cielo abierto. Uno de estos macro proyectos, Mina Invierno, ya está en marcha.
La explotación ha encontrado un fuerte movimiento de oposición. Los discursos contraponen la generación de riqueza y puestos de trabajo a la preservación medioambiental. Un debate que no es nuevo y que la empresa responsable de Mina Invierno ha querido zanjar presentando un ambicioso plan de restauración medioambiental que, según destacan sus responsables, “minimizará al máximo el impacto del proyecto”. La mina se encuentra a pocos kilómetros de la Reserva Nacional Alacalufes y frente al Seno Otway, un área especialmente sensible para la fauna marina y que cuenta con una de las pingüineras más importantes del mundo. Los ecologistas aseguran que la actividad tendrá un efecto catastrófico.
Los discursos contraponen la generación de riqueza y puestos de trabajo a la preservación medioambiental.
Los números que se ponen sobre la mesa son la principal baza de la empresa de cara a la opinión pública. La puesta en marcha del proyecto supone una inyección económica para la región de 530 millones de dólares y la creación de 830 puestos de trabajo. En la actualidad, un total de 630 personas trabajan en las obras necesarias para que Mina Invierno alcance un pico de producción de seis millones de toneladas anuales.
Pese a las protestas, el Gobierno de Chile dio el visto bueno al proyecto en agosto de 2011 alegando que la iniciativa es totalmente respetuosa con la legislación medioambiental. Pero dos sombras importantes planean sobre la aprobación del Informe de Impacto Medioambiental. La primera, que el 'Plan Patagonia', redactado por el Ejecutivo de Santiago, incluyera la inversión prevista en las previsiones de capital privado en la zona mucho antes de evaluar ecológicamente el proyecto. Pero la más relevante es la participación de Sebastián Piñera, presidente de la República, en el accionariado de Copec, empresa que, junto a 'Ultramar' explota la mina.
(Maquinaria pesada de Mina Invierno en Isla Riesco. José J. JIménez)
La Comuna de Río Verde sería la más beneficiada con la puesta en marcha de la explotación carbonífera. Esta pequeña población, a 100 kilómetros de Punta Arenas, es la cabeza de un amplio territorio de más de 17.200 kilómetros cuadrados que cuenta con 368 habitantes censados. Una modesta industria turística y la ganadería son las bases de una economía que dará un vuelco tras la puesta en marcha de Mina Invierno. “Estimamos que por cada puesto de trabajo directo que se cree, la mina puede generar una media de 3,7 empleos indirectos”, comenta Patricio Alvarado, gerente de Asuntos Corporativos y Medio Ambiente de Mina Invierno. “Sectores tradicionales como los hidrocarburos han perdido protagonismo en la región y es un hecho que Magallanes no crece al mismo ritmo que el resto del país. Ninguna actividad es una solución por sí sola, pero la puesta en marcha del proyecto supondrá un espaldarazo importante para la zona”.
Una modesta industria turística y la ganadería son las bases de una economía que dará un vuelco tras la puesta en marcha de Mina Invierno.
Alvarado está al frente de la política medioambiental de la empresa, un reto que, según destaca, va a suponer la implementación de medidas “pioneras en la explotación minera nacional que ya se han puesto en práctica en otros lugares con resultados positivos”. Un modelo en el que “la propia planificación de la extracción se hace en función a los trabajos de restauración medio ambiental”. Rajo Móvil. Esta es la clave que, según explica el directivo, supone una verdadera revolución en la gestión de explotación. “Un 70% de los materiales extraídos serán reintegrados en el mismo orden en el que fueron retirados de manera progresiva, lo que minimiza el impacto de la extracción”, sostiene.
Una vez retirado el carbón, señala, se restaurará el paisaje con un sistema de “cierre progresivo” que se completará con la reforestación de 520 hectáreas de bosque nativo, “un 30% más de lo que la ley nos obliga a hacer”, añade. La legislación medioambiental chilena dicta la obligación de reforestar la misma superficie afectada por los proyectos de esta naturaleza, pero Mina Invierno, destaca Alvarado, restaurará otras 120 hectáreas adicionales. Más de 200.000 plantones esperan ya en los viveros de la compañía para las primeras fases de reposición.
“Morosos medioambientales”
“Sobre el papel, el proyecto es impecable. Otra cosa es lo que pueda suceder después”, puntualiza Mario Pascual, quien recuerda que la gestión en materia medioambiental de las empresas implicadas en otros proyectos, como la cercana Mina Peckett, “dejó mucho que desear”. “Son auténticos morosos medioambientales. En Peckett dejaron un hoyo enorme y grandes concentraciones de polvo de carbón en los alrededores”, explica el concejal de la Municipalidad de Punta Arenas que, además, es responsable de Política Medioambiental del Partido Socialista de Chile en la región de Magallanes.
Pascual asegura que la toma de decisiones no ha venido precedida de “un debate medianamente serio” y que los pros y los contras se han puesto sobre la mesa desde “posturas extremas y agresivas que pasan por alto el verdadero problema que subyace al proyecto. Nadie habla sobre el modelo energético por el que se está apostando en Chile”. El edil comenta que “más allá del conflicto con los ganaderos de Isla Riesco o los ambientalistas”, Chile “está implementando una matriz eléctrica basada en el carbón”; un modelo “obsoleto” que contempla un aumento del consumo de combustibles fósiles entre el 15 y el 50% en los próximos años. “En este caso se trata de carbón subbituminoso, que es de baja calidad. Hace falta quemar carbón de alta capacidad calorífica para que el subbituminoso arda. Es un contrasentido”, advierte.
(Viveros de la empresa Mina Invierno en Isla Riesco. La empresa prevé restaurar el terreno tras los trabajos mediante el sistema de rajo móvil. José J. Jiménez)
El modelo energético chileno es una de las claves del conflicto. En la actualidad, la matriz chilena es “ineficiente, insostenible y ambientalmente perjudicial”, destaca rotundo Matías Asún, director ejecutivo de Greenpeace en Chile. “Más allá del problema ecológico que supone la mina, lo realmente importante es concienciar a la gente sobre las consecuencias de un modelo energético que, entre otras cosas, precisa de hacer hoyos para extraer carbón”, sentencia. Para Asún, proyectos como Mina Invierno suponen “un impacto a gran escala que transciende a la propia Isla Riesco”. Las infraestructuras de extracción, procesado y transporte son “muy negativas” y van a “arrasar un lugar de altísimo valor ecológico”, añade.
El directivo de Greenpeace mantiene que Chile yerra a la hora de plantear un modelo de crecimiento basado en la extracción minera y que casos como el carbón son aún más sangrantes. “Hay que partir de la base de que problemas como el cambio climático nos avanzan que cualquier modelo sustentado en los combustibles fósiles es inviable, pero cuando hablamos del carbón, el problema es aún mayor porque su huella es terrible desde que se extrae hasta que se quema”. Por eso cree que el conflicto de Isla Riesco es capital, ya que “ha enseñado a la población chilena que más allá de los costos sociales o económicos de la actividad minera, también hay un costo medio ambiental”.
El sentir de la calle
“El proyecto sólo causó la alarma a dos grupos muy determinados”, incide Elia Simeone, periodista del diario La Prensa Austral. “Los estancieros de la isla vieron en Mina Invierno una amenaza a sus modos tradicionales de vida y desde un principio plantearon dudas sobre la incidencia de la actividad minera sobre la ganadería, pero la mayoría ha recibido compensaciones por parte de la mina. El otro grupo preocupado por la construcción de Mina Invierno fueron los ambientalistas”, señala la periodista quien asegura que la mayor parte de la población de la provincia “es favorable” a la explotación.
La Patagonia chilena vive un momento delicado y cualquier inyección de capital a la economía local es “bienvenida por los vecinos”, destaca Simeone. Pese a contar con una tasa de paro apenas superior al 5%, la región sufre problemas relacionados con el empleo desde hace una década. La crisis que frenó la llegada de gas natural desde Argentina en 2004 supuso un duro golpe para grandes empresas de la zona. Las crisis asiática y europea también han afectado a la industria pesquera local y la reducción de la inversión por parte del Estado ha puesto a la construcción en la cuerda floja.
(Manifestación en Punta Arenas contra la explotación carbonífera en Isla Riesco. Alerta Isla Riesco)
“El turismo ayuda a mantener el desempleo en niveles bajos, aunque se trata de puestos de baja remuneración”, indica Simeone quien recuerda que los índices de desocupación eran del 2'7% hace una década. “Un proyecto como Mina Invierno, que supone la contratación de más de 800 trabajadores de alta tecnificación y sueldos atractivos, supone movilizar al 9% de la actual fuerza laboral de la región”. Son números más que atractivos que ayudan a entender la “posición favorable de la mayor parte de la población”.
Pero también hay disenso. Los Stipicic están unidos vital y sentimentalmente a la tierra. La estancia 'Ana Beatriz' ha sido, durante generaciones, el principal sustento de la familia. Son vecinos directos de Mina Invierno y, desde el principio, se manifestaron contrarios al proyecto. “Lo que está pasando no es justo ni correcto. El proyecto extractivo masivo va a destruir lo que ha sido nuestra casa”, se lamenta Ana Stipicic, portavoz de la familia y cara visible del movimiento ciudadano 'Alerta Isla Riesco'.
Pese a contar con una tasa de paro apenas superior al 5%, la región sufre problemas relacionados con el empleo desde hace una década.
Para los Stipicic, cualquier proyecto minero “implica la destrucción medioambiental de la isla”, ya que las explotaciones a cielo abierto suponen una “agresión enorme” que la naturaleza del lugar no puede asumir. “Ya han comprado más de 26.000 hectáreas en toda la isla y el proyecto de Mina Invierno sólo ocupa 1.500. La magnitud de las cifras dan una idea bastante fiel de lo que se piensa hacer”, denuncia.
Según explica Ana Stipicic, el proyecto de restauración es “interesante”, pero hay zonas oscuras que se reconocen en el mismo estudio de impacto que no podrán “dar respuesta a los daños indirectos de la actividad extractiva”. “El estudio habla de dos lagunas de aguas ácidas y de los problemas de canalización que pueden acaban con vertidos masivos de residuos al mar”. La líder ambientalista también añade que los intentos previos a la restauración de bosque magallánico nativo no han dado los resultados apetecidos. “No hay experiencia exitosa de reforestación con Lenga y Ñirre (especies arbóreas locales) y, en todo caso, habría que haber hecho un estudio previo con ensayos de campo durante años para ver si es posible dejar zonas de bosque con más de 400 años de edad como estaban”, advierte.
Una vez más, la herencia medioambiental de las empresas implicadas en el proyecto sale a relucir. Stipicic comenta que “Copec tiene un curriculum medioambiental muy malo” y que “en otros lugares han dejado un alto rastro de contaminación”. Pone a “Río Arauco como ejemplo paradigmático” y cree que “es difícil creer que en Isla Riesco la cosa va a ser diferente”. “No lo hicieron bien antes y no tenemos porque asegurar que lo van a hacer bien ahora”, afirma rotunda Ana Stipicic.
La cuenta de resultados, por lo pronto, empieza en rojo. Durante los trabajos de acondicionamiento de caminos y la apertura de la propia mina, según denuncia la activista y residente en la isla Gabriela Simonetti, ya se han producido varios vertidos que han afectado a acuíferos y corrientes de agua. Pero los primeros problemas serios acontecieron este pasado mes de marzo. En esta fecha “se realizó un embarque de 30 mil toneladas de mineral y hubo una emanación de polvo de carbón que cayó directamente al mar”. Se da la circunstancia de que era el primer embarque de mineral. La prensa local se hizo eco del percance. Según publicó La Prensa Austral, el percance se debió a “varias malas coincidencias del sistema de carga”.