La policía austríaca continúa las investigaciones en el caso de incesto

La policía austríaca reanudó este lunes las investigaciones en el caso de incesto en la localidad de Amstetten, donde una mujer de 42 años estuvo en cautiverio 24 años y tuvo siete hijos de su propio padre, según las primeras pesquisas.

Este caso ocurrido en una localidad de 23.000 habitantes a 130 kilómetros al oeste de Viena salió a la luz este domingo, tras descubrirse por casualidad que una de las hijas, de 19 años, fue internada en un hospital local a raíz de una enfermedad genética típica del incesto.

Entretanto, las autoridades han revelado detalles del zulo de unos 80 metros cuadrados en los bajos de una casa donde vivía la familia, de la que ni parientes ni vecinos jamás sospecharon que pudiera cometerse tal atrocidad.

La hija del sospechoso de incesto, Elisabeth, que fue llevada, junto con sus hijos y su madre, a un hospital psiquiátrico regional, se hallaba en un estado psíquico deplorable y daba la impresión de tener 20 años más, dijo Franz Polzer, comandante de la policía del Estado federado de Baja Austria, donde está Amstetten.

La mujer, que tiene ahora 42 años, estuvo cautiva desde los 18 en un zulo sin luz natural en los bajos de la casa durante 24 años sin que al parecer nadie, ni siquiera la esposa del sospechoso, se diera cuenta de la situación.

Según el diario “Die Presse”, la víctima explicó a la policía que su padre, que hoy tiene 73 años, abusó sexualmente de ella por primera vez cuando tenía once años y que cuando tenía 18 la llevó al sótano de la casa y la inmovilizó con esposas. Allí permaneció durante 24 años y fue violada repetidamente por su padre.

De los siete hijos que el sospechoso, identificado como Josef Fritzl, tuvo con su hija, nacieron gemelos en 1996, de los que uno falleció a los tres días, y el padre y abuelo lo incineró en el jardín, según explicó la aturdida madre a los agentes.

Tres de los hijos, de 19, 18 y 5 años, jamás vieron la luz del día y permanecieron siempre con la madre en el escondite, sin que las autoridades sospecharan nada durante años, mientras que los otros tres fueron “adoptados” por el matrimonio y hacían una vida que los vecinos y compañeros de escuela consideraban normal.

El abuelo y presunto padre de estos niños había creado la leyenda de que la madre había abandonado la casa y se había ido con una secta religiosa, lo que apoyó con cartas que obligó a escribir a su hija para justificar esta versión.

Para la opinión pública, que se enteró del caso ayer, aunque las sospechas de la policía surgieron a partir del momento en que la hija de 19 años fue internada en el hospital, resulta incomprensible que la esposa, Rosemarie, y un hijo legítimo del sospechoso que vivían en el piso encima del zulo no se apercibieran de que a pocos metros vivían cuatro personas más.

El escondite, una especie de segunda vivienda ventilada con aire forzado, con una pequeña cocina, una ducha, televisor y espacio para dormir, tenía acceso mediante una puerta de acero que se deslizaba por raíles y que estaba disimulada por estanterías en el sótano, y que sólo podía abrirse mediante un código electrónico, que finalmente el hombre entregó a la policía para que penetrara en su interior.

En los mismos bajos, también se descubrió una habitación acolchada, posiblemente para impedir que las voces salieran al exterior en esa zona residencial de Amstetten.

Según los vecinos de Josef Fritzl, este ingeniero, propietario de su propia empresa, tenía antecedentes penales y había cumplido incluso una pena de cárcel, extremo que las autoridades no han querido comentar.

Las únicas palabras que han transcendido del sospechoso sobre los hechos son: “Deploro el caso. Mi familia me da pena”.

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