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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

Ankor Ramos

El norte de la Isla de Lesbos, uno de los puntos de mayor afluencia de refugiados apenas hace unas semanas. Tras el acuerdo UE-Turquía se ha producido un cierre casi absoluto del paso de costa a costa. Voluntarios del lugar informan de que desde hace unas cuatro semanas no llega ninguna embarcación a tierra.

Entre el bloqueo de la policía turca de los accesos a los puertos de la costa y la acción de la OTAN y Frontex no hay actividad en la costa. Las playas que hace semanas recibían el constante goteo de personas refugiadas son ahora un remanso de tranquilidad.

En la localidad de Mólivos se encuentra el vertedero de chalecos salvavidas que los refugiados usaron en el trayecto. Una ingente mole de chalecos de colores rojos y naranjas ocupan el paisaje. En el otro lado, las embarcaciones de fibra y tablones que les trajeron.

Un paisaje desolador y angustioso en el que cada chaleco refleja la historia de cada uno de los refugiados que se jugó todo para alcanzar las costas de la Europa política.

Ya nadie cruza el Egeo en busca de la seguridad de la costa, porque saben que el destino son los campos de detención que Europa tiene habilitados en el interior de la isla y la deportación consiguiente si el pacto sigue adelante tal y como parece.

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