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Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Sahara: arena, dolor y eternidad

Campo de refugiados saharauis en Tinduf. (DP).

Jorge Batista Prats

Las Palmas de Gran Canaria —

Hay geografías que te arrebatan el alma. Entornos que te vampirizan. Que te vacían y te modelan para llenarte por siempre de un tiempo y un espacio de imposible olvido. Al fin, también somos paisajes que pasamos sobre otros. Sólo nos separan de ellos la cadencia del transcurrir. Ocres y azules pueblan una paleta que hubiera embriagado el alma de Monet. Una implacable agresión impresionista en la que la fuerte luz sobre los objetos desplaza a las formas. La Punta Durnford, en la Playa de La Sarga, es el extremo sur de la Península de Ad Dakhla. La espalda al mar, uno se encuentra en la entrada del desierto. En la entrante del Sahara, que eso significa en árabe Ed Daajeila es Saharia. Absoluta soledad para invisibles segunderos que de sed han quedado quietos. Grandiosa y envolvente burbuja herida de sol, detenida por el tiempo, donde las olas construyen encrespadas colinas blancas cuando se acercan a la orilla. A más de dos kilómetros de la colina donde me encuentro, que aquí los ojos no temen al horizonte, las pupilas se rinden hipnotizadas ante planicies de arena moteadas por lagunas teñidas del rosa de las colonias de flamencos. Y los macizos salvajes de plantas crasas que nunca han tenido miedo al sudor, el viento o la sal gozan esa libertad que todos hubiéramos querido tener como amante. Agua y silicio, dos de los elementos más abundantes en el planeta. Estoy con ellos y en ellos. Y sé que soy muy poco más que una frágil jarra derramándose en la aridez.

Cirros de otro tiempo. Mi hermano y yo junto a mi padre a través de la gran superficie amarilla. Cañas y aparejos para pescar cazones y corvinas. Con el paisaje brutal y sobrecogedor bebiéndose nuestra infancia, el viento convierte en furiosas hidras cabezas donde los cabellos parecen querer abandonarnos, impelidos por el alocado magma de este sobrevenido más allá. Mutado por la distancia en corona de alfiler prácticamente imperceptible, el Land Rover y sus negras ruedas rompen sigilosamente el manto brillante y beige del desierto. Al borde del océano, los peces quedan presos y hallan el fin arrebatados de agonía tras vigorosa pelea con caña, carrete y sedal, ese hilo conductor que fatalmente los arrastra de un medio a otro. Muerte por sobredosis de oxígeno. Y después, la ceremonia funeraria en improvisado sacrificio de carbón al abrigo de la brisa. Siempre el irse lleva desgarros de fuego.

Desde este promontorio, alguien divisó en olas que pasaron hace siglos alguna nave fenicia o cartaginesa en misión comercial hacia Senegal o Guinea. Luchando con abatimientos y derivas, que las marejadas del Atlántico no saben de la hospitalidad. En la carta náutica más antigua de España, elaborada por Gabriel de Valseca en 1373, aparece la Ría de Oro, la que define la Península de Ad Dakhla con el continente africano, prolongada hasta unirse con el Nilo. En aquella época, Cabo Bojador, situado en una latitud más alta, era considerado el más lejano extremo de la tierra. Más allá no habría más que monstruos y seres fantásticos que habitaban un tremendo caos de aguas en ebullición.

(De la novela Aquello que enterró la arena. Jorge Batista Prats. Anroart Ediciones S.L.)

Gardel decía que veinte años no es nada, pero tango y realidad son cosas diferentes, aunque mi padre siempre me comentaba que la vida es un tango … “pero mal bailado”. Tal vez por la incapacidad humana de llevar de la mano tempo y tiempo. Tal vez. Pese a que se suele interpretar erróneamente, el genial argentino no se refería a quantitatem sino aqualitas. Viajaba del arrabal bonaerense de liga, tacón y navaja al Éfeso del fluir y la fugacidad. Así, ¡voto a tal!, han pasado ya 40 años desde que España abandonó el Sahara.

Exactamente el 26 de febrero de 1976, España evacúa precipitadamente sus últimas tropas del Sahara Occidental. Tres años antes, el 10 de mayo de 1973 se había creado el Frente Popular de Liberación de Saguia El Hamra y Rio de Oro (Frente Polisario). En noviembre de 1975, España firma los Acuerdos de Madrid, por los que se constituía una Administración Tripartita temporal en el Sahara, formada por Marruecos, Mauritania y España, cuya finalidad era la celebración de un referéndum de autodeterminación en el que el pueblo saharaui debía decidir sobre su futuro. La situación de inestabilidad en el territorio provocó la retirada de España y la autoproclamación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) el día 27 de febrero de 1976. En 1979 Mauritania renunció a la parte de territorio que reclamaba, que se anexionó Marruecos y, a su vez, reconoció al Frente Polisario. Desde entonces, todo ha sido un gran problema, de tal modo que el conflicto se ha eternizado. Ahora, con la muerte de Ahmed Abdelaziz y su sustitución por Brahim Ghali, reconocido como “miembro de la vieja guardia” del Polisario, el conflicto adquiere una nueva dimensión, tras las amenazas de Ghali de volver a la lucha armada contra Marruecos. Pese a ello, es cierto que el paso del tiempo ha jugado en contra de los intereses de la RASD y a favor de las tesis marroquíes.

La imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre el censo ha alejado tanto la realización del referéndum, que a día de hoy en la esfera internacional sólo se considera viable un acuerdo negociado que satisfaga a las partes implicadas.

No me gusta trillar caminos ni pasar por donde muchos han pisado, pero sí descorrer los visillos para ver la luz de la mañana. Desdeño las habitaciones en sombras, salvo que esas umbrías las ocupe el amor. Así, el conflicto del Sahara ha sido uno de los muchos en el planeta abordados desde las vísceras y el odio. En esa liturgia, estimo, no puede participar un analista serio, un observador que debe ser convidado de piedra y, cuando manifieste su palabra, alejarse de las sensibilidades presas del tópico y, en múltiples ocasiones, de la manipulación. No puedo negar ni niego el derecho a posicionarse, desde cualquier óptica, ante cualquier acontecimiento. Faltaría más. Ese, sin embargo, no es el camino que he escogido. La práctica de la prospectiva es muy compleja y bastante habitual que salgas de ella estigmatizado. Al fin y al cabo, la reducción intelectual a los estereotipos es dinámica habitual.

Comenzaré señalando que, a mi juicio, en estos momentos no hay ningún indicio, ni el más mínimo indicio, de que vaya a celebrarse un referéndum de autodeterminación. Es algo obvio que viene marcado por la postura de Marruecos: Un Sahara independiente gobernado por el Frente Polisario no está en el guión. Así de claro. Guste a quien guste y no guste a quien no guste. La Historia se escribe con la toma de decisiones y siempre hay vencedores y vencidos cuando las causas se enconan. Mientras Rabat ha jugado sus cartas con efectividad, el Polisario en 40 años no sólo no ha conseguido nada – ni siquiera de Argelia, su apoyo fundamental – sino que muchos países han retirado la consideración de Estado a la RASD y, hace pocos días, la Unión Africana – antes Organización para la Unidad Africana (OUA) – ha experimentado un auténtico movimiento sísmico: 28 países han señalado que, de cara a la solución del problema que nos ocupa, “la RASD debería abandonar el grupo”. En las últimas décadas, durante la época de la guerra fría, la autodenominada república saharaui fue reconocida a iniciativa de Argelia, Libia y Cuba por 84 países. Hoy en día, sólo 35 de esas naciones siguen manteniendo el reconocimiento. Es decir, 49 estados le han retirado su plácet.

El nuevo líder del Polisario, Brahim Ghali, ha amenazado con “volver a la lucha armada”, mientras que Rabat evita en todo momento referirse a la violencia como fórmula para solventar el asunto. De este modo, señala: “Considerar a Marruecos como potencia ocupante es totalmente erróneo, desvirtuado y desplazado de la más simple y meridiana realidad”, dado que, según el Reglamento de La Haya de 1907 y la IV Convención de Ginebra del 12 de Octubre de 1949, ese concepto es definido y sólo se aplica a la ocupación de un Estado existente durante un conflicto armado internacional. Insiste el reino alauita en que “en el momento de la recuperación legítima del Sahara, no existía un Estado independiente sobre esta parte del territorio marroquí, recuperado en una negociación conforme a derecho con España. Además, en ningún caso, el Frente Polisario puede ser considerado como el único representante legítimo de la población saharaui”. Ante la situación, es evidente que sólo existen dos opciones: o sentarse a negociar una autonomía (el Rey Mohamed VI anunció en noviembre pasado un plan quinquenal de desarrollo económico-social de las provincias saharauis con inversiones por un valor de más de 7 mil millones de euros) o volver a hacer rugir los fusiles de asalto. No hay otra. Por una razón: porque, a menos que la situación geoestratégica y política mundial dé un vuelco fabuloso, nadie está en condiciones de obligar a Marruecos a siquiera considerar la posibilidad de independencia del antiguo Sahara Occidental Español.

Por su parte, a ojos de todos los observadores bien informados, “en la actual coyuntura, es prácticamente imposible que Argelia se implique en una guerra contra Marruecos”. Al respecto, consideran que “Argel tiene muchos problemas internos, entre ellos, una economía absolutamente subsidiada, dificultades con el petróleo y la consolidación del futuro tras Buteflika. Utilizará al Polisario para pinchar constantemente a Rabat y mantener latente el conflicto, originando gastos a su enemigo, pero ni siquiera concederá el estatuto de refugiados a quienes se concentran en los terribles campos de Tinduf”. Como siempre, es la sociedad civil a la que se destinan el dolor, el llanto y la miseria.

Hace escasas semanas, el diario La Provincia recogía la percepción del analista Juan de Carlos Ramírez: “Desde su cuartel de Rabuni (Sur de Argelia), los dirigentes del Frente Polisario siguen enquistados en un estado autista, sin autonomía ni criterio propio, aferrándose en imponer su legitimidad de partido único en unos campos donde las voces disidentes son reprimidas sin paliativo alguno. Más grave aún es cuando oculta el desmoronamiento de su autoproclamada república -RASD- a la población de refugiados. La táctica de manipulación consiste en ilusionar de manera sectaria a grupos muy concretos, a los que, insistentemente, promete un ”Sahara independiente o un martirio general“. El tema se agota en si mismo y se reduce al absurdo cuando es más que patente que el martirio se viene sufriendo en los campamentos desde hace 40 años, mientras una oligarquía dirigente polisaria vive supuestamente realizando una labor diplomática que, lejos de tener resultado positivo alguno, es simplemente una huida hacia el abismo”. Al respecto, efectivamente, Canarias Ahora publicaba recientemente que Rabat había impedido la entrada en El Aaiún a Mohamed Salem Birouk, según el Polisario, su “representante” en Argentina, aunque el Gobierno de Buenos Aires no reconoce a la RASD. El Frente Polisario, en la práctica sólo puede mover dos fichas: bien lograr equipamiento militar y volver a la guerra o, de insistir en constituir un Estado por métodos pacíficos, continuar con una labor de concienciación de la comunidad internacional que no le ha dado hasta ahora resultado alguno, pese a la sensibilidad que algunos países han mostrado ante el conflicto, especialmente España, donde existe cierto sentimiento de culpa por la manera en que abandonó el territorio y, aún más, Canarias. Por la proximidad geográfica, por la acción de algunos grupos políticos de las islas y por los tradicionales lazos de amistad. No obstante, también existe en las islas una corriente, con menor eco en los medios de comunicación, que a la mínima oportunidad pone de manifiesto lo que ya señalaba el periodista José Luis Cobo enEl Confidencial en enero del año 2011: “La mayoría eran canarios: pescadores que faenaban frente a las costas del Sáhara y trabajadores de las minas de fosfatos de Fosbucraá; pero también hubo gallegos, vascos y andaluces. Decenas de españoles – cerca de 300 según los cálculos de la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo (Acavite) – fueron asesinados, heridos o secuestrados en los 70 y los 80 por miembros del Frente Polisario en la antigua colonia española. Ahora, tras décadas de olvido y marginación, sus familiares y los supervivientes se han organizado para reclamar al Gobierno una reparación económica y su reconocimiento como víctimas del terrorismo.

No fue el primer atentado, pero sí uno de los más macabros: El 3 de noviembre de 1980, hace poco más de 30 años, el pesquero grancanario Mencey de Abona desapareció a escasas millas de las costas del Sáhara. Un mes más tarde el cadáver de Domingo Quintana, uno de los 17 tripulantes del barco, apareció flotando en el mar, atado de pies y manos y con signos evidentes de haber sido brutalmente golpeado y estrangulado antes de ser arrojado por la borda. Los cuerpos de sus 16 compañeros jamás fueron recuperados. Mejor suerte corrieron otros 36 pescadores españoles que, por esas mismas fechas, permanecían secuestrados a manos del Frente Polisario: en diciembre de 1980 el ya débil Gobierno de Adolfo Suárez y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) negociaron en secreto su liberación. Pero los secuestros continuaron“.

El gran silencio ...

Volví al pueblo caminando. Una corta distancia bajo las estrellas y el manto negro y limpio de los cielos del desierto. La contaminación lumínica es inexistente, así que la observación es comulgar con la inmensidad de las galaxias sin ataduras de ningún tipo. He dejado la ventana abierta. Las cortinas se mecen con la ligera brisa y, cuando dejan expedito el espacio, observo y me pregunto si aún seguirán existiendo los diminutos soles que miro. Me siento pequeño, pero vivo. Todo es silencio. Ni siquiera he puesto música. Tampoco quiero libros, porque la noche en el Sahara ya es en sí misma un libro que te lleva a donde quieras. No sé si tendré mañana, pero la compañía de Ahmed, su tranquilidad y el olor a hierbabuena me han procurado un ocaso vivificante. Voy a dejar la mente en blanco y a fundirme con esta oscuridad tan hermosa. Que vivir sea sólo respirar. Sin el tormento de la mente. Alejado del yo. Ausente de mi mismo.

Hay un grave error que comete la gran mayoría que se acerca a contemplar el contencioso del Sahara. Y es confundir – inconscientemente o con plena conciencia – la ayuda humanitaria con la injerencia política en asuntos internos de otros países. Particularmente, me resulta patético el comportamiento de la socialdemocracia. Zapatero, por ejemplo, no hace sino rentabilizar su ex presidencia de Gobierno haciendo giras por distintas naciones del globo para arreglar sus problemas, mientras en España cierra la boca ante la corrupción, los secesionismos catalán y vasco e, incluso, la todavía existencia de ETA, que no se ha disuelto ni ha entregado las armas. Como bien dice el refrán, se observa la paja en el ojo ajeno pero no se advierte la viga en el propio. La Ley de Seguridad Ciudadana, denominada Ley Mordaza limita derechos fundamentales dentro del campo de las libertades, lo que confirma que las actuales sociedades prefieren seguridad que libertad. En España, concretamente, jamás ha habido libertad política colectiva. Así, en síntesis, la Ley Mordaza implanta la no existencia de juicio ni jueces. Son infracciones administrativas con multa asociada pero no tienen la consideración de delito. Así, es claramente una iniciativa recaudadora. (Ley Mordaza).

Volvamos al Sahara. Las verdaderas víctimas son, como ya he comentado, los refugiados en los campamentos de Tinduf, en la zona más dura del desierto argelino, donde la escasez de agua y las temperaturas que superan los 50 grados centígrados hacen de la tierra un verdadero infierno. No se dice porque no interesa, pero la disidencia interna aumenta cada día y es segada al instante. El ala más radical del Ejército argelino es la que impone sus criterios. Así, muchísimo antes de la elección, ya se conocía que Brahim Ghali iba a ser el nuevo dirigente del Polisario. Porque a Argel no le interesa que el asunto caiga en el olvido y considera ahora que lo que procede es amenazar con la vuelta “a la lucha armada”. Rabat, por su parte ha cambiado radicalmente el territorio a base de fuertes inversiones. Por poner un ejemplo, El Aaiún y Dackhla (antigua Villa Cisneros) están irreconocibles con respecto a cómo quedaron cuando España abandonó el territorio. Y no sólo irreconocibles en sus aspectos estéticos y de urbanismo, sino en lo que hace referencia a la potencialidad económica y progreso.

Nadie, profese la ideología que profese, puede negar que la gestión del problema por parte de la guerrilla del Frente Polisario y la accióndiplomática de la RASD han constituido un rotundo fracaso. Y no es una opinión sino una evidencia. Ya hay personas que han nacido y muerto en los campamentos de Tinduf y, aunque la ayuda humanitaria internacional ha conseguido paliar en cierta medida el dolor, el infierno continua siendo el infierno. De ello, Canarias sabe mucho porque en las Islas se recibe con gran cariño a los saharauis y se dedica mucho esfuerzo, fundamentalmente sanitario, a que los niños recuperen la buena salud. No obstante, un pueblo no puede vivir eternamente de la caridad exterior.

“La inmensidad del desierto engrandece todo ...”

Estoy otra vez en el Sahara, sorprendido y maravillado por las derrotas que sigue la vida. Después de tantos años, de nuevo en el interior de una jaima. En un lugar donde la comunión con la paz y la naturaleza aún es posible. Experimento un fuerte torbellino de emociones. Unas y otras se neutralizan generando un estado en el que vida y muerte parecen confundirse. Me siento más vivo que nunca y, a la vez, más cerca que nunca del descanso definitivo.

Vuelve al Sahara… Me ha parecido que, por un momento, te habías marchado muy lejos…

No. Sigo aquí, pero quizá sean demasiadas emociones en tan poco tiempo. Nunca había tenido tan estrecha relación con la memoria.

Volver a lo que fuiste siempre es un ejercicio duro y no sé si conveniente…

Inevitablemente, volver a Villa Cisneros, a Ad Dakhla, significa de alguna manera revivir el pasado. Siempre estaré agradecido a mi padre por haberme procurado una niñez tan feliz y embriagadora.

Si te das cuenta, la felicidad mayor la experimentaste en el lugar más vacío. El desierto.

Pierre Lotti decía que el desierto no es ilusión; su inmensidad oprime todo, engrandece todo y ante su presencia se olvida la mezquindad de los seres

Y ahora, sí. Dejo el análisis aséptico para entrar en el campo de la opinión. Mi opinión. La Historia carece de moviola. No se puede dar marcha atrás para modificar el pasado. El pasado se construyó como presente en su momento y quedó atrás. Acertadas o erradas las actuaciones, ya no cabe revisión alguna. Los presentes sustituyen a otros presentes convertidos en ayer. Los de entonces son intocables. Es en los actuales donde debe apoyarse el futuro. Es totalmente absurdo perder el tiempo cuestionando la manera en que España dejó el territorio. Las cosas fueron como fueron y en la coyuntura existente in illo tempore. Nuestro país no puede quedar estigmatizado por decisiones tomadas en su momento, y ya digo, acertadas o erróneas. De lo que se trata es de construir un futuro para esas gentes que sufren día a día mientras se les escapa la vida. Insisto una vez más en que no es lo mismo ayuda humanitaria que geopolítica y geoestrategia. A mi juicio y, considerando que en este caso la geografía tiene un peso importantísimo, sería una auténtica locura dejar el territorio al Frente Polisario. Argelia se haría cargo de ese potencial estado de inmediato … Argelia o el ISIS, por ejemplo. Cualquier estudioso del Magreb y el Sahel conoce las dificultades que tiene, por ejemplo, la República Islámica de Mauritania, para mantenerse como nación cohesionada. No sé si saben que en su capital económica, Nouadhibou, las calles no tienen nombre ni las casas números. No hay servicio de Correos. Es sólo un apunte dulce. Otros, muchísimos más graves, se centran en la imposibilidad que tienen países como Mali, Mauritania, Níger, Chad, Sudán … para controlar sus fronteras. De facto, recorriendo el Sahel de Este a Oeste, un comando yihadista podría entrar en el territorio del Sahara Occidental sin dificultad alguna. Marruecos ha construido un Muro para defenderse de posibles ataques polisarios, cierto, pero no es menos cierto que el propio Marruecos, con su estabilidad política, el control del fundamentalismo y su apuesta por un desarrollo a la occidental, es asimismo un muro protector para Europa. Y no digamos para las Islas Canarias. Al igual que llegan los vetustos cayucos con inmigrantes, pueden llegar perfectamente comandos terroristas con navíos más rápidos y sofisticados.

Los saharauis de Tinduf – que no son todos los saharauis – tienen un problema que resolver: seguir en la misma situación en aras de un día lograr la independencia del territorio – un día que, estimo, no llegará nunca – o sentarse a negociar una solución pacífica que descarte la independencia y apueste por otras fórmulas. Al respecto, no estaría mal exigir que la RASD se convierta en una verdadera democracia y la palabra pase a las manos de la sociedad civil. No de los intereses argelinos vehiculizados a través del Frente Polisario. Y aquí ya no entro: la decisión es suya. Siempre que tengan libertad para ponerla de manifiesto.

“Los muertos no se mueven ...”

El ahora es todo lo que existe. Detener el pensamiento es detener el fluir de las estaciones. El miedo a la desaparición definitiva, al morir, es el arquitecto de la ilusión del tiempo. Pero qué difícil sujetarse sólo al momento, dejar de lado pasado y porvenir, angustia y esperanza.

Vuelvo a dirigir el Land Rover hacia el sur de Ad Dakhla. Recuerdo que, a medio camino hacia La Sarga, en Tahuarta, había un cementerio saharaui. Sin demarcación ninguna. En el desierto, junto a los pequeños acantilados que dan a la Ría de Oro. Miré adelante y allí estaba. Los muertos no se mueven. Pude distinguirlo por las piedras que señalan las tumbas, que apenas sobresalen del nivel de la arena sembrada de algunas plantas crasas. ¿Cuánto tiempo llevarán ahí los finados?, ¿quiénes fueron?, ¿cómo transcurrió su vida? Preguntas que se lleva el viento en este campo de inmensa soledad que es el Sahara.

Es curioso, pero en toda mi juventud en Villa Cisneros jamás vi un entierro saharaui. Sin embargo, sé que se cumplen escrupulosamente las leyes islámicas al respecto. El cadáver es desnudado, lavado y perfumado y, posteriormente, envuelto en un sudario. Para enterrarlo, se coloca al muerto de lado, sobre el costado derecho, y se le orienta mirando hacia La Meca. Luego se ponen piedras sobre la tumba horadada en el suelo. Dos en la sepultura del hombre y tres en la de las mujeres.

Salvador Pániker mantiene que en Occidente sigue vivo el tabú que lleva a silenciar los procesos corporales más significativos: sexo y muerte, eros y tánatos. Según este pensador, el destierro del ego es también la desaparición de la mojigatería respecto al sexo y la muerte porque, al fin y al cabo, la muerte es el colapso del ego, el fin de la individualidad…

 

Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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