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Pedro Sánchez lo tiene duro

Pedro Sánchez

José A. Alemán

Tengo la sensación de que se da por descontada la repetición de las elecciones. Dicen unos que en nada cambiaría la correlación actual de fuerzas y confían, otros, en que la gente tendrá en cuenta la actitud de cada fuerza política desde el 20-D. Si lo primero es probable, lo segundo explicaría el afán de culparse mutuamente los partidos de bloquear el proceso constitucional para formar Gobierno y forzar nuevas elecciones. Éstas ya no son una posibilidad remota sino algo más que probable.

Visto desde esa perspectiva, Sánchez aparecería como el hombre que asumió el encargo de formar Gobierno que rechazara Rajoy. Éste, encima, ha resultado ser de los que no comen ni dejan comer y está dispuesto a bloquear cualquier Presidencia y a utilizar a sus parlamentarios para impedir que prosperen las iniciativas del Gobierno “intruso”. No es Rajoy un tipo simpático y si eso favorece a Sánchez, la iniciativa del acuerdo refuerza la imagen de Albert Rivera como centrista, propiciador del diálogo y el entendimiento y amigable componedor. De momento, ya le han ganado la batalla de la imagen.El documento firmado por Sánchez y Rivera lo calificó El País de “embrión de pacto”, lo que para muchos es una buena pista de su aceptación en determinados ámbitos. El periódico, dentro de su tradición utilizar la cal y la arena, saludó el acuerdo con regocijo, auque le hiciera las críticas obligadas y las correspondientes recomendaciones; aseguró el editorialista que hacía falta mucha voluntad política para desbloquear el proceso y que “tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera han demostrado tenerla”, además de ser los únicos que han aportado un proyecto, “modesto” pero proyecto, después de todo.

La iniciativa de Sánchez y Rivera fue acompañada de la invitación a las demás fuerzas políticas para que la suscribieran. Rajoy, aunque se ha cansado de pregonar como la mejor solución el problema un acuerdo del PP con PSOE y Ciudadanos, ni se lo pensó: rechazó la propuesta como un “brindis al sol” y no han sido pocas las descalificaciones del invento desde las trincheras peperas. Al fin y al cabo, el PP fue el partido más votado y considera que, en cualquier caso, debería Rajoy ocupar la Presidencia con ese pretendido tripartito. Además, aunque de forma suave y hasta con eufemismos, el pacto introducía modificaciones en algunos aspectos de la política pepera y hasta ahí podíamos llegar.

Especialmente interesado en contar con el PP está Albert Rivera, muy en su papel de servir de puente entre los grupos políticos. De ser cierto que Ciudadanos es el relevo del PP y de Rajoy, se entendería que su líder quisiera tenerlo de la banda de acá lo que demostraría la utilidad del centro derecha, el espacio que ocupa. Moderación y actitud dialogante la de Ciudadanos que hizo aguas al declararse incompatible con Podemos, que, a su vez, se negaba a participar en el apaño con Ciudadanos. Pedro Sánchez quedó obligado a elegir compañero entre Iglesias y Rivera, optó por el segundo y Podemos mutis con IU y los demás.

Volviendo al pacto: las intenciones de Albert Rivera de ocupar el espacio de centro derecha son claras; las de Sánchez no lo son tanto, más allá de su constante reivindicación de la hegemonía de la izquierda, de la que parece tener una concepción tan patrimonialista como la de la derecha pepera respecto al poder.Una tendencia muy clara en no pocos santones socialistas. No es del todo injusto Pablo Iglesias al acusar a los socialistas de no cumplir, ya en el poder, con lo prometido en campaña. Iglesias insiste en esta crítica que alimenta su estrategia para desplazar al PSOE y hacerse con la hegemonía de la izquierda.

Sánchez, al pactar con Ciudadanos, pudo muy bien pensar que Podemos se avendría a lo que hiciera falta con el poder tan cerca. Pero Iglesias hablaba en serio y se fue de la mesa de negociaciones: sus socios no le hubieran tolerado conchabo alguno y además no parece que Iglesias esté más interesado en llegar a lo alto cuanto antes que en estructurar y coordinar a la izquierda, lo que para él pasa por desplazar al PSOE. Algunas encuestas hay que ponen a Podemos por delante de los socialistas. En cualquier caso, me ha llamado la atención cuanto ha molestado a los socialistas la espantada de Podemos. Si Sánchez le reprochó a Iglesias que con su actitud propiciara una nueva presidencia de Rajoy en lugar de la de un socialista, Antonio Hernando, portavoz socialista en el Congreso, hizo al líder de Podemos cómplice de Rajoy para impedir que Sánchez lo eche de La Moncloa.

Rajoy, patético

La primera sesión de investidura será esta primera semana de marzo. En ella, Pedro Sánchez expondrá su programa que se someterá a votación parlamentaria en la que deberá sacar mayoría absoluta. De no conseguirla, el sábado 5 habrá otra votación en la que solo se le exigirá mayoría simple. Si tampoco la consigue comenzará a correr el plazo de dos meses durante los que podrán presentarse otras propuestas y si a su término ningún candidato obtiene la investidura, se disolverán las cámaras y se convocarán nuevas elecciones.

Tal y como están las cosas, si no hay un cambio de actitud entre quienes se niegan a apoyar su candidatura, Sánchez no superará las votaciones por lo que el mismo día de la segunda comenzará a correr un periodo de dos meses en que podrán presentarse otros candidatos mediante el procedimiento y en los plazos indicados. Como ya indiqué, Fernando Martínez-Maillo, vicesecretario de Organización del PP, ha anunciado la intención de Rajoy de lanzarse a por la presidencia el mismo 5 de marzo, cuando se consume el fracaso de Sánchez, que da por seguro. Intentará Rajoy, por tanto, presentarse en ese plazo de dos meses a la investidura aunque hay dirigentes del PP y analistas que dudan de que el rey lo proponga como candidato si no garantiza que tiene los apoyos suficientes para ganar. También Sánchez podría en ese mismo plazo intentarlo de nuevo.

La verdad que va Rajoy camino de convertirse en un personaje patético. La irritación contra él dentro del partido es ya difícil de ocultar pues hay noticias de que pueden saltar nuevos y más graves casos de corrupción que proliferaron y cogieron cuerpo por la costumbre de Rajoy de no abordar los problemas con rapidez cuando surgen. Hay miembros del partido que defienden la necesidad de que sus 123 diputados se abstengan en la investidura de Pedro Sánchez para que salga elegido sin necesidad de recurrir a Podemos, que se han convertido en la bicha. No sé qué pensarán ahora, tras la ruptura de Iglesias con el PSOE. Lo cierto es que hay quienes consideran un gesto de lucidez política apoyar al PSOE-Ciudadanos.

Pero lo cierto es que Rajoy ha caído definitivamente en desgracia. Los empresarios del Ibex 35 y los socios europeos trataron de convencer al PSOE durante un tiempo de la conveniencia de apoyar al PP. Sin embargo, ahora presionan al PP para que faciliten un Gobierno del PSOE. Consideran que el único Gobierno posible en este momento es el del PSOE y Ciudadanos, que sería tan de fiar para los mercados y la troika como uno de Rajoy o cualquier otro dirigente de su echadura. Por supuesto que el Ibex y la mayoría de los socios comunitarios quieren evitar la presencia de Podemos en el Gobierno. Diría que este es el trasfondo del acuerdo PSOE-Ciudadanos.

Ojo con los cabildos

No veo la necesidad de entrar en los términos del pacto PSOE-Ciudadanos. Sólo un milagro le permitirá salir adelante y eso tras el milagro previo de que logre Sánchez la investidura; sin mencionar el o menor milagro de que el PP, con Rajoy o sin Rajoy, no caiga en la tentación de impedirle gobernar a sus rivales.

Sin embargo, algo hay que decir respecto, por ejemplo, a la cuestión catalana, sin duda el problema más grave ahora mismo. Ya hay quien subraya que el pacto de gobernabilidad a que se llegue será el primero en el que no participarán los nacionalistas catalanes. O sea, las formaciones políticas, como Convergencia y Esquerra ya se han “desconectado”. Está claro que los redactores del documento PSOE-Ciudadanos siguen trabados en la idea de que los independentistas “sólo” consiguieron en septiembre el 47,8% de los votos y en no darle al problema su tratamiento político para seguir con el estrictamente judicial, las invocaciones a la unidad española y la negativa al referéndum. En la parte económica, las opiniones que se han deslizado ya admiten cierta mejora respecto a la política del PP pero advierten que las propuestas del pacto no son suficientes para que la economía española supere el examen de Bruselas. En general, el documento se limita a recoger propuestas electorales de los dos partidos por lo que no es un plan o proyecto de Gobierno sino un programa electoral.

También se aborda la reforma constitucional en la que figura la eliminación de las Diputaciones provinciales. Ésta es una de las fijaciones de Albert Rivera y bien sabemos que la idea tiene considerable oposición en las comunidades autónomas.

Como es sabido, desde siempre han equiparado en la Península las Diputaciones con los Cabildos Insulares y hubo quien llamó la atención, no fueran a calzar por nuestras corporaciones insulares. Así pudo saberse que los Cabildos no se incluían en lo que todavía no es siquiera un proyecto.

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