Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Una guerra que no es guerra … ¿O sí?

atentado en bruselas

Jorge Batista Prats

Siempre he sostenido que no es necesario ir a la Universidad para ser periodista, aunque es preciso ser periodista para serlo. Se entiende, creo, aunque a priori parezca perogrullezco el enunciado. De ello se deriva, volviendo el asunto por pasiva, que cabe la posibilidad de encontrar al clásico periodista que pasó por la Universidad pero la Universidad no pasó por él, lo mismo que, cerrando el bucle, cabe aquel que, habiéndo visto la Facultad sólo en fotos, tiene más olfato que un pointer. Como en las matemáticas, podemos enfrentarnos a múltiples combinaciones e, incluso, saltos de cama. Esta especie de trabalenguas tiene traslación a todas las profesiones, universitarias o no.

Viene esa entrada en escena – ya saben, exposición, nudo y desenlace – porque esta mañana, al observar múltiples periódicos de aquí, allá, acullá y aún más lejos, me encontré con que el vocablo nuevo aparecía por todos lados. Nuevo atentado, nueva masacre, nueva acción terrorista, nuevo acto criminal, nueva acción de la Yihad … Ello me llevó a pensar que ese nuevo es un planteamiento ad eternum. Porque como. previsiblemente y muy posiblemente, habrá más atentados a menos que D. Rodrigo Díaz de Vivar ponga orden en el caos, todos en un momento determinado que ahora no podemos precisar llevarán también la calificación de nuevo. Algo así como la moda, que también la información se vende y se consume. Cosa lógica, por otra parte, porque hacer un periódico ni es cosa de niños ni te lo financian Clavijo y Soria al fifty-fifty.

Los atentados terroristas del demenciado islamismo radical, el buenismo de los ignorantes, la falta de formación de los políticos – no les saques de apretar el dedo ni tampoco el dedo de la nariz cuando su compañero de escaño habla por el móvil con Rita – la falta de entendimiento, decía, de los gobernantes, los disparates de los gobiernos, la corrupción, la ambición, los conspiranoicos, los Illuminati, la carencia de ética y el mal gusto televisivo: ya hasta un Moranco, que no moro (¡Fiesta, fiesta, pluma, pluma gay!), se dedica a abatir leopardos en Bostwana como si fuera un Mataelefantes John cualquiera, colocan al profesional ante el terrible análisis, que no es más que decir algo que no se haya dicho o decirlo enfocado desde perspectivas diferentes y más elaboradas que la información instantánea. Es más, hoy no puede haber otra información que no sea instantánea, asunto que no necesita de explicación alguna.

Si ahora yo les contara lo que pasó el martes en Bruselas, no sólo mi rostro adquiriría la tersura de Matusalen, sino que la ciudadanía a coro entonaría el “A buenas horas, mangas verdes”, un tema que es rotundamente falso que compusiera nunca Louis Armstrong quién, para colmo, era negro atizonado y carrasposo como de ron de garrafón. Es decir, debo aportar algo diferente y que siga los criterios de Moliérè: “El público admite el error, pero jamás el sopor”.

En la Facultad, y confío en que ella pasara por mi como yo pase por ella, siguiendo la vía del Calatraveño a Santa María, por tierra fragosa, buscando a la Vaquera de la Finojosa - con perdón de los imanes, los polos opuestos y el deshielo de la Antártida – en la Facultad, comentaba, había dos frases de obligada escucha, aunque fueras totalmente disminuído auditivo, que no sordo, que no quiero líos. Una: “El medio es el mensaje”, de Marshall McLuhan; y otra: “No es noticia cuando un perro muerde a un hombre sino cuando el hombre muerde al perro”, que no sé quién formuló por vez primera. En muchos años de profesión no pude cubrir nunca una noticia de mordedura de perro a probo ciudadano, pero cuando trabajaba en El Sebadal (Las Palmas de Gran Canaria) sí salía literalmente acojonado por las jaurías de canes asilvestrados que por allí hacían botellones con pérfidos objetivos. Estabas salvado cuando cerrabas la puerta del coche por dentro. Pero yo iba en moto.

Hoy día, uno sí se puede permitir hablar de la mordedura indiscriminada del perro al caballero y la dama; eso sí, quitándole al vocablo su acepción habitual para adoptar otra no menos presente en nuestras sociedades y en continuo in crescendo. Ideologías y religiones, aparte. Perro: “Nombre que se dio despectivamente a los fieles de otras religiones: perro judío; perra infiel”. De modo que, aunque las peleas de perros están prohibidas, la que está montada entre el Islam y la Cristiandad no es más que un enfrentamiento a cara de perro a causa de la criminal perreta religiosa que les ha entrado a los primeros por reventar todo lo que pillen por delante y, en nuestro caso patrio, saltar el Estrecho y subir hasta Covadonga a lo bestia dejando vísceras miles a su paso por imperativo coránico. Ya no estará allí Don Pelayo, pero he escuchado que el relevo lo ha tomado el repúblico Antonio García Trevijano quien puede, si quiere, matar dos pájaros de un tiro y liderar una nueva reconquista, revisada y corregida, con la cuestión catalana. De momento, crecen las mezquitas y disminuyen las iglesias, mientras el laicismo está del salón en el ángulo oscuro. Tanta es la perrería que está en marcha que Arabia Saudí, una de las golfas monarquías del Golfo, amiga y agasajadora de John Charles One, ha decidido que perro que trinque en casa cualquiera, los ocupantes serán liquidados de inmediato. Muerto el perro, se acabó la rabia y la casa puede ponerse en alquiler. Y no habrá atenuante alguno si se tratara de un chihuahua, pero sí agravante si el can canis fuera salchicha. Es evidente: aparece el jalufo en escena. No se aceptará ninguna certificación de que la salchicha sea de pollo o pavo, porque hay mucha picaresca entre las dunas.

Todo esto de los atentados terroristas, es decir, la matanza indiscriminada de inocentes, lleva un protocolo informativo que, a mi juicio, se basa en cuatro puntos esenciales: la narración del acto criminal en sí mismo – ahora se lleva mucho el look kamikaze/mochilero -, la expresión de dolor por las víctimas, a la que desde aquí me sumo horrorizado, el seguimiento de las investigaciones policiales y la detención, a ser posible, de los criminales que no cesan; y las miles de teorías encontradas que surgen de inmediato al calor de tópicos, refranes y eufemismos (conspiraciones, células secretas luciferinas, quién a hierro mata a hierro muere, en todas partes hay gente buena, los americanos también bombardean, la tesis Frankestein: elaboramos al monstruo y ahora quiere devorarnos, etc, etc.) para encontrar una explicación lógica a la barbarie, cuando la barbarie no tiene ni lógica ni sentido común.

Es posible que sea deformación profesional, pero comentaría sin mucho temor a equivocarme que, al menos en lo que afecta a la prensa nacional de papel - El País y El Mundo salieron hoy con sólo 48 páginas - se ha producido una fuerte operación de síntesis. Hace años, de las ochenta y pico páginas no hubiera bajado la cosa. Por otro lado, también seguramente a causa de tener el cerebro seriamente afectado por esa enfermedad que llaman actualidad, cuando se produce una macabra acción como la de Bruselas, ruedan cabezas o los imanes más imantados por el odio amenazan con eliminarnos por un método que - tienen razón – siempre da muy buen resultado: procrear hijos en la nación a conquistar mientras nosotros tenemos perros de luxe con lazitos, abriguitos y chip; cuando ello ocurre, yo me acuerdo con pena de ese gran estadista socialdemócrata llamado Zapatero y apodado Bambi, quién inventó la Alianza de Civilizaciones. El Consejo de Estado debería comisionarlo como enviado especial a París y Bruselas – ya viajará a más ciudades – para que explique cómo hay que llevar su teoría adelante. Con talante y buen rollito. Mientras, yo digo lo contrario: como el mestizaje no es posible, ¿Qué problema hay en que una cultura sustituya a otra a medio/largo plazo al paso que vamos?

Me voy al título para acabar. ¿Es ésto una guerra o no es una guerra? Al modo clásico, desde luego que no, pero en lo que a terror, espanto y muerte se refiere, seguro que sí. Y unos pequeños apuntes para la reflexión, ahora que Pedro y Pablo van a hablar como si se tratara de la última cena, o escena, mientras se evidencia que hay grupos políticos capaces de hacer matizaciones a la acción terrorista, confundiendo análisis geopolítico con aceptar técnicas basadas en esparcir vísceras por el suelo. El asunto no es para tomarselo a la coña. Los terroristas tienen la nacionalidad del país dónde matan, aunque son guiados militarmente y logísticamente desde fuera con una operatividad que carece de la impedimenta a que se refería Julio César cuando cruzó el Rubicón. Y, para los que se interesan por annunakis y borregomatrix, curiosamente los asesinos eran conocidos, estaban buscados por las Fuerzas de Seguridad y los servicios de Inteligencia, uno logró pasar un control y, es evidente, se movían con facilidad y cargados de explosivos. En el centro de la Unión Europea. Donde están sus más importantes instituciones. No va a ser muy fácil terminar con este despropósito. Menos si hay perros rabiosos de por medio.

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Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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