Una primavera sugerente pero poco 'explosiva'

En La Palma, la belleza permanente del paisaje y la frondosidad constante de la naturaleza, no permiten ver una primavera explosiva. La estación de las flores, gracias al clima templado y regular de la Isla, llega de forma progresiva. “No se manifiesta en un momento concreto; va pasando de la costa hacia la cumbre, poco a poco, desde finales del otoño hasta bien entrado el verano y cada especie funcionada un poco por su cuenta”, señala el director-conservador del Parque Nacional de La Caldera de Taburiente, Ángel Palomares. El momento de mayor esplendor, añade, se produce en las zonas de cumbre cuando, a finales de mayo o principios de junio, florecen los codesos y el entorno se convierte en un deslumbrante tapiz vegetal de amarillo intenso.

Los campos de la Isla, en estos momentos de inicio oficial de la primavera, han empezado a engalanarse con las flores de tajinastes, jazmines silvestres, cerrajas, encimbas, amagantes, gacias, granadillos, correvuelas y tederas, entre otras. De este amplio y variado ramillete, Palomares destaca a los tajinates. Al efecto señala que, “entre las múltiples especies endémicas de la Isla”, están los citados arbustos. Explica que estas plantas “son una evolución de las borrajas anuales que crecen como malas hierbas de flor morada y hojas algo pelosas”. Son, detalla, “un grupo que ha dado multitud de especies, unas en forma de candelabro (leñosas), que viven varios años tras su primera floración, y otras con un solo pie (herbáceas, pero grandes de hasta un metro de diámetro), que cuando alcanzan el desarrollo adecuado de sus rosetas basales, florecen de forma espectacular (como en el caso del tajinaste rojo del Teide o el rosado de las cumbres de La Caldera), fructifican y mueren”.

Apunta asimismo que “son especies relativamente nuevas, en la evolución, no muy separadas genéticamente unas de otras, por lo que es muy fácil que aparezcan individuos con características intermedias, a veces comportándose como híbridos (sin semillas fértiles) y otras con simientes fecundas, lo cual genera algunos problemas a los botánicos ( no saben si describir cada una de las formas intermedias como especies diferentes o por el contrario englobarlas en una sola aunque se parezcan poco los extremos más evolucionados), y a los gestores de conservación, pues debemos preservar las especies descritas y no favorecer la hibridación” .

De las descritas especies, continúa Palomares, “hay varias declaradas en peligro de extinción, por el escaso número de sus poblaciones naturales”. La causa principal de su regresión, sintetiza, “son los herbívoros silvestres o domésticos que el hombre ha introducido en las islas” y que “ no se pueden erradicar con facilidad salvo en pequeños espacios acotados”.

El tajinaste de color blanco, precisa, “crece en las zonas de costa y se conoce como arrebol (Echium brevirame) ; el de color celeste es el típico de los pinares de cotas medias y bajas (Echium webbii), y los rosados, son sus híbridos intermedios”.

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