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Calle Díaz Pimienta

Alberto Rodríguez Valcárcel

En el libro El Almirante Don Francisco Díaz Pimienta y su época de 1905, del autor Don José Wangüemert y Poggio en el año 1905, se describe a Don Francisco Díaz Pimienta como “figura insigne en los anales de la nación, mareante dotado de gran inteligencia, decisión y arrojo, que alcanzó la cúspide de la honra militar, llegando paso a paso a sustituir al egregio magnate duque de Medinaceli en la capitanía general de los navíos de alto bordo, o sea del Mar”. 

Con este preámbulo quiero ofrecer a los lectores el conspicuo valor de este gran personaje de la historia de La Palma, y por ende, de España y allende de los mares. 

Calle ilustre por sí misma, se ha denominado de nombre distinto a lo largo de la historia: diríase que sus afluentes son las calles Pérez Volcán, Vandale y Santos Abreu. Calles con gran historia en sus adentros y que dan el manantial de historia, que de dicha calle se nos muestra. 

En sus principios se le denominó Calle de la Cuna, que fue el primer nombre que tuvo esta vía urbana en el callejero oficial confeccionado por el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma en 1865, en atención en que allí se encontraba la cuna de los niños expósitos en el hospital de Nuestra señora de lo Dolores. Posteriormente se le concedieron distintos nombres. 

Así mismo, y con posterioridad, la calle fue adquiriendo frescura e importancia, ya que en ella se construyó, a la altura del nº 7, a mediados del siglo XX, un lugar de ocio y esparcimiento llamado Bar Jardín, y posteriormente se edificó un cinematógrafo que llevó el nombre de Cine Avenida. 

A la altura del nº 11 se construye un edificio de seis plantas que data de 1971,  en cito, se encontraba Casa Electrón, desde 1907, donde se dispuso como industria  para el suministro de luz eléctrica y alumbrado a la población. No quisiera dejar en el tintero unas palabras que ensamblaré textualmente, en base a sus cláusulas: “…Se obligó a encender el alumbrado público en todas las épocas del año a la hora que señalara la puesta de sol los almanaques de los Obispados de Canarias y a apagarlo a las veinticuatro horas a excepción de un número de lámparas equivalentes a mil bujías… (Santa Cruz de La Palma: recorrido histórico y social a través de su arquitectura doméstica, Jaime Pérez García,  2004, pág. 76). 

De aquí dilucidamos que no sólo la propia calle (una de las más céntricas de la capital palmera) en sí tiene una gran historia, sino que desde el propio nombre en que el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, en virtud de acuerdo municipal de 3 de Noviembre de 1894 al cumplirse el III centenario de su nacimiento, hace de la misma calle, el nombre de Díaz Pimienta. 

Y quién fue Díaz Pimienta.

Importante recalcar que muchos confundimos Díaz Pimienta (padre) con Díaz Pimienta (hijo). El padre fue un prestigioso capitán, “el oficial más sobresaliente de la Armada de Felipe II y que como tal, al mando de un barco, tomó parte en la célebre batalla de Lepanto, distinguiéndose por su pericia, arrojo y valor” (Armando Yánez Carrillo, Cosas Viejas de la mar, 1989, pág. 53) del ejército que luchó en la guerra de Lepanto (quizás, ahora que estamos celebrando el 4º centenario de la muerte de Cervantes, El Manco de Lepanto, así se le apodaba, llegara a combatir codo con codo con el general). No existen datos que así lo confirmen. Murió el año 1610, y fue sepultado en la capilla de Santa Ana, hoy de San Pedro, en la Parroquia del Salvador de Santa Cruz de La Palma, cuyo patronato dejó a sus hijas y descendientes. 

Díaz Pimienta hijo (el almirante), se señala, según se dirime en el libro La Palma y el Mar, de Juan Carlos Díaz Lorenzo, 1993, pág. 102, como una de las insignes personalidades de la España del siglo XVII, nacido en Tazacorte el 14 de agosto de 1594, en una casa que aún existe. Se trata de una vivienda de típica arquitectura canaria, con planta en forma de L. Posee un balcón en toda la fachada que se dobla en la esquina y el acceso principal se encuentra en la parte trasera, a través de un muro que cierra el patio. En las lonjas y patio de esta casa, la firma Pedro Suárez empaquetó los primeros plátanos de la Isla con destino a Santa Cruz de Tenerife para su trasbordo al mercado inglés, en año 1896. Al Almirante Díaz Pimienta se le considera como  uno de los posibles introductores de la planta del plátano en las Islas Canarias. Actualmente, la vivienda es de propiedad privada, por lo que sólo es posible contemplar su exterior. 

El almirante, fue bautizado en la parroquia matriz de Nuestra Señora de los Remedios, en Los Llanos de Aridane. En este sentido, podemos confirmar, según el testimonio y estudios realizados por Wangüemert y Poggio, en el libro citado, pág. 46: “Todo lo que dice la tradición del país respecto a su ilegitimidad, queda confirmado por el testamento de su padre. Declaramos que Francisco Díaz Pimienta, estudiante, lo tenemos en los estudios de Sevilla, a quien criamos en nuestra casa e a quien tenemos mucho amor y amistad…”. 

Hay que destacar también que para su ingreso en la orden de Santiago se falsea su lugar de nacimiento figurando como nacido en La Habana a fin de ocultar su ilegitimidad; se respeta su filiación paterna pero por la materna se hace hijo de Juana Pérez de Madizábal, natural de la misma ciudad. Y la pregunta que nos hacemos es: ¿Cómo es posible que el almirante adquiriese el mismo nombre y apellidos de su padre? Pues bien, el capitán Díaz Pimienta consiguió que queriendo fundar un mayorazgo perpetuo a favor de sus hijas y de la descendencia legítima de éstas, se había dirigido al Rey Felipe II. El 6 de marzo de 1606 el monarca expidió real célula que dice (Lorenzo Rodríguez, notas biográficas) “que por cuanto D. Francisco Díaz Pimienta le había servido mas de 30 años en los destinos de Cabo de tres compañías de infantería y Castellano de una de las fortalezas de esta ciudad; y que en tiempo del General D. Álvaro de Flores y de D. Francisco Coloma había ido con una nave de su propiedad a acompañar las fragatas que salieron de La Habana, e impidió que el inglés se llevara una que tenía apresada, la cual salvó…”           

De esta manera nuestro marino fue autorizado por el soberano para fundar el deseado mayorazgo. En edad avanzada, otorgó finalmente su testamento y última voluntad ante el escribano Simón de Chaida el 12 de febrero de 1610. De este modo, quiso perpetuar su nombre y, quizás también los hechos heroicos de su vida de marino, para lo que dispuso que los poseedores de su mayorazgo, en todos los tiempos se llamaran como él, Francisco Díaz Pimienta. De ahí la coincidencia de nombre y apellidos. 

En los primeros años de Díaz Pimienta (hijo), hasta llegados los 14, se atisbaba una cierta y amplia inclinación hacia traducciones de Tito Livio y Quinto Curcio, con asombrosa facilidad, dedicándose, asimismo, al estudio de las matemáticas. (La Palma en la Ruta de los Veleros, Juan Carlos Díaz Lorenzo, 1997, Tauro producciones, pág. 75). 

A la muerte de su padre abandona los estudios teológicos y se trasladó a Cartagena para ingresar en la Armada con la categoría de guardia marina y , destinado a Flandes, en ese territorio hizo su primera campaña. Se dice, (en el mismo libro citado, pág. 76 ), que sus actos de valor pronto le valieron el ascenso al empleo de alférez y que se distinguió en sus acciones de armas, en especial en abordajes contra la piratería inglesa, cuyos navíos perseguían a las expediciones españolas que venía de América. Sus proezas tuvieron tanta resonancia por entonces en Europa que el Gobierno le hizo el encargo de perseguir a los filibusteros que azotaban el territorio americano. Los servicios prestados por el almirante en esta época son incontables. 

Hay que reseñar, que, aparte de sus facultades en la marina, tuvo también renombre como constructor naval. En 1594 tenemos constancia, a través del acta del Cabildo de fecha 13 de marzo, de la solicitud del almirante para cortar madera en Puntallana al objeto de fabricar un buque para su servicio y explotación (Mar y Viento de Mario Suárez Rosa, 2010, pág.43). 

Pérez Vidal, el insigne palmero, lo describe, al crédito de su consagración oficial como constructor naval cuando el 8 de febrero de 1625 se le otorgó en Madrid un asiento una fábrica de dos galeones, en la factoría de La Habana. De ahí que el rey lo nombrase superintendente de las fábricas de bajeles de las islas de Barlovento. 

Para finalizar, y sin menospreciar la larga historia y quehacer de este ilustre palmero, ya que sería, quizás, tema para otro estudio, un final cuasi leyenda histórica. Retomadas palabras textuales del libro (La Palma y el Mar de Juan Carlos Díaz Lorenzo, pág. 105), Díaz Pimienta perdió la vida en el sitio de Barcelona en el año 1652, antes que la plaza fuera sometida. Sin embargo, la noticia no se dio a conocer hasta que los rebeldes desistieron de su empeño y con ello lograron el triunfo. Como si del Cid Campeador se tratase… (La Palma y el Mar, de Juan Carlos Díaz Lorenzo, 1993, Pág. 105).

El sepulcro del almirante se encuentra en la ermita de San Andrés, en Barcelona, propiedad y patronato de los marqueses de Villarreal de Burriel. Los Llanos de Aridane y Tazacorte han honrado su memoria dando su nombre a céntricas calles de las respectivas localidades. También la compañía de correos interinsulares de Canarias bautizó con su nombre a uno de sus barcos (1901). 

Dicho lo expuesto, solamente recalcar que sería de cumplido deber decir que enfrente a este humilde trabajo, la vida de Don Francisco Díaz Pimienta no descansa, ya que existen señeros y abundantes estudios que de su persona y vida se han realizado. Sólo he querido dejar un pequeño testimonio de este eminente personaje palmero.                                                                                                     

 

                                    “Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera”.

                                                                                       Rafael Alberti (1902-1999)

                                                                                            Escritor, reconocido como poeta.

*Alberto Rodríguez Valcárcel es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, master en Comunidades Europeas y Derechos Humanos y vocal de la Junta Directiva de la Real Sociedad Cosmológica.*Alberto Rodríguez Valcárcel

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