Sonríe, que eso no les gusta

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Hoy día, la sociedad de nuestro país se ve afectada por un fenómeno social al que a mí me gusta llamar no más que yo. Este movimiento, que se ha visto muy potenciado con el desarrollo de las redes sociales, es un reflejo de la envidia, de los celos y de la falsedad social que se vive día a día. 

Triste pero cierto. Muchas personas que nos rodean se alegrarán de que no nos vaya tan bien como deseamos, de nuestros fracasos, o de que no seamos más que ellos en ciertos ámbitos. El saber y controlar que tú estás en un rango inferior, les permite vivir sin tanta presión, pues temen porque tú disfrutes de un puesto o un estatus mejor al que ellos puedan aspirar. 

Y cuando pensamos en ello, podemos creer que esto solo pasa con gente lejana, pero lo cierto es que no. La envidia y la falsedad se puede dar entre compañeros de trabajo, en aulas escolares, equipos deportivos y en diversos lugares donde las personas se ven a menudo. Pero, además, esta envidia puede incluso llegar a darse en personas que se hacen llamar amigos, o más triste aún, entre familiares. Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada. 

A menudo estas personas intentan apagar nuestras ilusiones, pretenden quitar mérito a nuestros logros, quieren reducir nuestro brillo, y todo ello con el fin de que estemos a su mismo nivel. Probablemente te criticarán en público, te menospreciarán, o incluso se burlarán de ti. También, tendrán unas celebraciones forzadas cuando tú les cuentas buenas noticias, y está claro, dejarán de contar contigo o desaparecerán de tu vida. 

Lo que mejor caracteriza a la verdadera envidia es el deseo de que el otro, el envidiado, no tenga lo que tiene, de que no sea verdad que lo tenga, de que no sea cierto su éxito o no sea tanta como parece su riqueza material. 

Y, como bien dijo Miguel de Unamuno, “la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.” Así que, si detectamos algún tipo de estas sensaciones cerca de nuestro entorno, no deberíamos desviarnos de nuestro camino, porque solo tú sabes lo que te está costando avanzar o el esfuerzo que te ha costado conseguirlo, no te desvíes por estas externalidades que no te aportan nada bueno. 

Me gusta pensar que un envidioso no es más que un admirador incapaz de admitir esa admiración. Si destacas, generarás envidia, lo mejor es asumirlo. Por lo que, si hablan de ti por la vida que llevas, siéntete orgulloso: has afectado sus vidas y ellos no han afectado la tuya. 

Es importante no dejar que este tipo de personas nos influyan más de la cuenta en nuestro camino. Para ello debemos querernos a nosotros mismos sin depender tanto de la gente, no olvidarnos de nuestro objetivo y tratar de detectar a estos seres llenos de celos. 

Es muy probable que en el camino de la vida encontremos a gente buena que se alegrará de tus logros realmente y a quienes se sientan orgulloso de todo ello. De ti depende con qué clase de persona te rodeas. Huye de la envidia, de la maldad y de los celos. La vida es demasiado bonita como para perderla en esos sentimientos tan negativos. 

Ah, y recuerda, sonríe, que eso no les gusta.

 

Christian Pérez Martín

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