Manuel Poggio ingresa en la Real Academia Canaria de Bellas Artes y “rejuvenece” la institución

Un momento de la intervención de Manuel Poggio Capote.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

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La Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel ha abierto la puerta este sábado, en el Teatro Chico de Santa Cruz de La Palma, a uno de sus académicos más jóvenes, el palmero Manuel Poggio Capote, doctor en Filología Hispánica, cronista oficial de la capital palmera y un investigador con una “excelente formación académica”, según aseguró Eliseo Izquierdo, académico de honor encargado de pronunciar la laudatio.

“Manuel Poggio encauzó su actividad intelectual en un territorio en el que atisbó pronto la existencia de abundante terreno por desbrozar; su esfuerzo se ha ceñido a la búsqueda de fuentes, revisión y valoración e interpretación de materiales históricos con un eje vertebrador: la isla de La Palma, sus singularidades, su personalidad muy entrañada, el alcance de su rico patrimonio cultural, el valor de las formas de vida de la sociedad palmera, su valioso acervo popular”, apuntó Izquierdo, quien recordó el origen genovés de los ancestros de Poggio y su vinculación con la cultura de Canarias. “El amor a las artes y a las letras le viene de lejos”, subrayó.

“La Palma es razón de su investigación y estudio. Manuel Poggio se ha entregado a salvar el soterrado mundo de lo pequeño, de lo no tan grande, pero sustancial”, resaltó. “Si nos asomamos al repertorio que reúne el trabajo intelectual de nuestro académico, su obra de estudio e investigación, comprobaremos cuánto y cómo ha rescatado el señor Poggio el maremágnum de más de medio milenio de historia de La Palma, su incursión en campos tan diversos como la etnografía y la archivística, el folclore o la historia naval, la biografía y la bibliografía, la mitología o las artes, dan la medida de su vocación y su preparación”, expuso.

Eliseo Izquierdo recordó al nuevo académico que “la Real Academia espera lo mejor de su saber, de su espíritu altruista y de su generosidad, de tu talante humano y de su amor a todas las artes, su disposición a involucrarse en la labor que la Real Academia tiene encomendada en el ámbito de nuestra Comunidad Autónoma”. “La medalla que va a recibir no ha de valorar solo como distinción o como símbolo de las prerrogativas que a partir de ahora le corresponden, que también, pero ante todo y sobre todo, como expresión emblemática de cumplir, al aceptarla, el compromiso de cumplir, con lealtad y finalidad, los cometidos que como miembro de esta corporación tendrá”.

Izquierdo rememoró que en 1993, con el nombramiento del humanista Luis Cobiella como académico, por primera vez “la Real Academia se construía fuera de Tenerife, rompía con la tradición secular e iniciaba un proceso de descentralización”, aunque ya en 1850, otro palmero insigne, Manuel Díaz, el Cura Díaz, había ingresado en la institución. Este sábado, remarcó, con el ingreso de Manuel Poggio, de 50 años, se inicia “un proceso de rejuvenecimiento”.

Manuel Poggio, director del Archivo General de La Palma, funcionario del Cabildo y presidente de la Junta de Cronistas de Canarias, centró su brillante discurso de ingreso en el artista madrileño afincado en La Palma Ubaldo Bordanova. Antes de iniciar su intervención, citó a Luis Cobiella y afirmó que “salvando las distancias temporales y también otras de diversa índole, querría que mis primeras palabras se dirigieran a la memoria del recordado escritor y compositor del que guardo una especial gratitud, y una deuda que reconozco también hacia todos ustedes; en buena medida el trabajo realizado a lo largo de estos últimos años se ha revelado como una tarea colectiva, un trabajo que se extiende desde el plano más erudito, pero que además ha comprendido la producción cultural, incluso el ámbito festivo, por todo ello creo que es de justicia aprovechar este momento para mostrar este reconocimiento público hacia todo ustedes, un trabajo en equipo que se plasma además en el tema de este discurso, el estudio y la vida de Ubaldo de Bordanova”, a quien definió como un creador de “carácter bohemio, rebelde e inquieto que marcó a un artista al que podríamos considerar ya como insular”.

“La naturaleza foránea no impidió a Bordanova integrarse plenamente en el complicado por contradictorio entramado de la sociedad insular; de hecho, su propia personalidad, carácter y su ideario se acercan bastante a ese singular prototipo de burgués de la segunda mitad del XIX y que con tanta asiduidad se dio en La Palma, me refiero al de masón de sacristía, es decir, un individuo instruido, en muchos casos con carrera universitaria, y dotado de un considerable bagaje cultural, viajero, atento a las novedades venidas del exterior, asiduo a la lectura de libros y devorador de toda clase de periódicos, sea cual fuese su ideología política o su pensamiento; una persona también partícipe del movimiento de las sociedades instructivas y de recreo, tertuliano, conversador y en ocasiones dado a pasar sin salir de su domicilio largas temporadas; liberal en muchos de sus planteamientos y prácticas de la moral social e individual, una persona con un carácter algo desengañado de la vida y el mundo”, relató Poggio.

“La presencia de Ubaldo Bordanova a través de su recuerdo popular y de la inmortalidad de su obra, buena parte de ella localizada en lugares muy visibles y privilegiados, ha seguido la ruta Madrid-Canarias; su trabajo y su devoción por La Palma durante la quincena de años que se asentó en esta isla, brillan por una contundencia incontestable: Bordanova murió hace justo 110 años, en el inicio del otoño de 1909. Había arribado a La Palma para unas fiestas lustrales, las de 1895, y hoy como ayer nos encontramos en una antesala de la Bajada de la Virgen, esperemos que el respeto y la admiración ante un hecho festivo tan original y excepcional, refrendada en la mirada desplegada por aquel extraño, y que poco después llevó a la práctica en unas aportaciones singulares, inteligentes y cargadas de sensibilidad, continúen perseverando en el tiempo”, concluyó.

Poggio recibió este sábado en el Teatro Chico de Santa Cruz de La Palma, en un acto solemne, la Medalla de la Academia y un diploma de manos del presidente de la institución, Carlos Millán Hernández. Estuvo arropado por los también académicos palmeros María Victoria Hernández y Jesús Pérez Morera, así como por familiares y amigos.

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