Mariam viene del desierto a veranear en Los Sauces
Vive en los campos de refugiados del desierto argelino y tomó contacto con el mar, por primera vez, en la Fajana de Barlovento. Mariam Abderrahman Bachir, desde hace cinco años, pasa el verano con Aurora Francisco en su casa de San Andrés y Sauces dentro del programa 'Vacaciones en Paz' que impulsa la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. “Lo que más me gusta es jugar en la plaza con los niños”, ha asegurado a LA PALMA AHORA esta bellísima criatura de 11 años, natural de la provincia de Auserd, que cuando se le pregunta por su familia no puede evitar que sus ojos se inunden de lágrimas. Mariam, que tiene diez hermanos, habla perfectamente español, es coqueta, se mueve como una modelo y quiere estudiar medicina para ayudar a sus compatriotas.
El proyecto de acogida de niños saharauis de entre 7 y 12 años tiene como principales objetivos que los menores, durante los meses de verano, no tengan que soportar las temperaturas del desierto, que superan los 50 grados a la sombra; someterlos a revisiones médicas periódicas para que puedan crecer más sanos, y darles la oportunidad de conocer otras culturas. “Llegan al hogar de acogida con lo puesto y un número de teléfono, y regresan con un equipaje, de unos 20 kilos de peso, en el que llevan de todo: ropa, medicinas, comida, regalos, material escolar, dinero en efectivo que les regalan?”, explica Celia Fernández, responsable de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui Elías Martín, quien recuerda que en los campamentos de refugiados “las condiciones de vida son muy duras”. Sin embargo, algunos pequeños, los primeros días, echan de menos su entorno. “Los ves tristes y apartados, pero una vez que hablan por teléfono con sus familias, se les pasa pronto”, añade.
Mariam, que cursa 5º de Primaria en la 'madraza', pasa unos veranos felices con Aurora Francisco en Los Sauces. “Me levanto, desayuno, veo la tele y me voy a la plaza a jugar con los niños, porque eso es lo que más me gusta”, asegura la pequeña, que entre sus platos preferidos cita “las papas fritas con huevos y el arroz amarillo”. Con siete años, se acercó al mar por primera vez. “Fue en la Fajana de Barlovento y no me dio miedo”.
Aurora Francisco, licenciada en Derecho, recuerda que la primera semana que pasó con Mariam, hace ya cinco años, “fue un poquito difícil, sobre todo porque ella quería estar todo el día fuera de casa; pero se adaptó rápidamente a las costumbres, aunque a veces lloraba porque tenía solo siete años y extrañaba”, comenta. Aurora conserva una escena imborrable de Mariam. “Nunca olvidaré una mañana, a mitad de las vacaciones, que cuando la llamé para desayunar, se quedó mirándome desde lo alto de la escalera, y me dijo: 'Te quiero”, relata con emoción. “El verano pasado tuvo un cambio grande: estaba más comprensiva, me ayudaba, he visto todo un proceso de adaptación”, apunta. La comida tampoco ha sido un problema. “Le encantan las papas fritas, y la carne, pero de cerdo no, aunque me cuesta mucho que coma fruta porque no está acostumbrada”, explica. “También le doy leche con gofio a ver si engorda un poco; siempre se va con dos o tres kilos más, pero es que su constitución es delgada”, agrega. “Ella duerme poco; le encanta estar en la calle, es muy sociable; en La Alameda disfruta muchísimo, y algunas noches estamos hasta las once y pico o las doce de la noche, después de cenar”, dice Aurora, que la próxima semana llevará Mariam a la pediatra para que le haga analíticas y le ponga las vacunas que le corresponden.
Entre Mariam y Aurora se han establecido a lo largo de un lustro unos vínculos afectivos muy fuertes. “Tenerla en casa ha sido una experiencia altamente positiva, a mí me ha enriquecido a nivel humano; yo he tenido un bache personal fuerte y ella, sin saberlo, me ha ayudado a remontarlo”, ha confesado. Pero Mariam está a punto de cumplir 12 años y este será el último verano que podrá pasar en La Palma según establece el programa de acogida. “Han sido cinco veranos con la niña y todavía no me he mentalizado de que no va a volver”, señala con preocupación. “Me gustaría ir allá, contactar con su familia y plantearle la posibilidad de traerla para que estudie aquí, cuando termine la Primaria, porque me ha dicho que quiere hacer medicina; si ella quiere, yo estoy dispuesta a asumir ese compromiso, pero hasta ahora no me ha dado un sí definitivo, quizá cuando madure y se dé cuenta de que allí va a tener menos posibilidades, tal vez acepte”, dice Aurora.
Desde su época de estudiante en Tenerife, Aurora, que no tiene hijos, mantiene contactos con el pueblo saharaui. “Siempre he sentido preocupación por los niños y les hacía envíos de alimentos, pero cuando vine a La Palma me involucré más en la causa y decidí acoger”. “Es algo que recomiendo a las familias, porque solo hace falta tener ganas y querer, no es tanto una cuestión de medios económicos, y prueba de ello es que de los 20 niños que han venido este verano a La Palma, 11 han sido acogidos en Tazacorte, un municipio con un alto nivel de paro”, resalta. “La experiencia que tengo es que los que menos tienen, que no es mi caso, son los que más acogen, y no solo debemos preocuparnos por los saharauis, también por los de aquí”, concluye.