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El volcán de La Palma extiende su destrucción a cámara lenta entre escenas de impotencia

Avance de la lava en La Palma.

Raúl Rejón / Natalia G. Vargas

Los Llanos de Aridane (La Palma) —

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A cámara lenta, pero inexorablemente, la lava del nuevo volcán en erupción de La Palma ha continuado destruyendo en su, ahora, perezoso periplo hasta el mar. El avance del magma se ha hecho más lento y ha incumplido dos veces las previsiones horarias de entrada al océano, sin embargo, ha terminado por alcanzar a primera hora de la tarde la población de Todoque, último bastión antes de tocar la costa. En línea recta son dos kilómetros llenos de edificiaciones y fincas plataneras.

Cerca de 200 viviendas se han evaporado ya. Otras tantas infraestructuras. Pero la erupción sigue muy activa, por lo que los daños van acumulándose. El lunes explotó una nueva boca por donde comenzó a manar magma: más destrucción en ciernes. Esa boca ha lanzado lava todo el martes. La lengua que encabeza la marcha hacia el Atlántico, también.

“Estamos esperando para ir a buscar a casa de un amigo una cama geriátrica de la madre, una señora mayor. Que costó más de mil euros”, relata Diego, “palmero de toda la vida” mientras espera que la Policía Local le permita acceder a Todoque.

A primera hora de la tarde de este martes, la llamada carretera de la costa palmera es una de las pocas vías de acceso todavía disponibles a esa población. En un punto de la vía, a la entrada hacia el camino del Pampillo, que asciende hasta el centro urbano, los vecinos han tenido que aguardar a recibir permiso para entrar en la zona a recuperar “lo más básico”.

Los turnos son de media hora aproximadamente. Un policía local regula el flujo de vecinos. En cuanto aparece un vehículo de Protección Civil o de la Guardia Civil, hay una estampida a rebufo: “¿Quién va a la Bombilla?” Indaga el agente. “Cuantos menos coches, mejor”, pide un guardia civil. El ritmo lento de la lava permite esta incursión apresurada. Es una última acción antes del fin.

“Estamos esperando a que venga Medio Ambiente a que nos acompañe porque la lava está a solo 300 metros de la casa, justo en el Pampillo, en Todoque”, describía Diego. Poco tiempo después, el material a cientos de grados tocaba el núcleo urbano. “Ya evacuamos la casa de este amigo y ahora vamos a la de la madre. A ella la sacaron el lunes y ahora están dejando entrar un poco a la gente para llevarse lo más básico”, cuenta este palmero.

Como ellos, más de 250 familias han tenido que amontonar en el maletero del coche el trabajo de toda una vida antes de que la lava sepulte para siempre este barrio, que no superaba los 2.000 habitantes. A toda prisa, los palmeros sacaban hasta por la ventana sillas, mesas, neveras, colchones y hasta sillas de ruedas. Hasta el momento, 6.000 personas de la zona de la erupción han sido evacuadas. Entre ellas, 50 con movilidad reducida. El volcán no les dio mucho tiempo. Algunas personas ni siquiera pudieron llegar a sus viviendas porque la colada les bloqueaba el paso: ''El desconsuelo es absoluto''.

Los vulcanólogos han explicado por qué el río incandescente va cada vez más lento: la erupción tiene que empujar cada vez más acumulación de material que, además, a medida que pasa el tiempo fuera del interior de la Tierra se enfría y se convierte en más viscosa. Fluye con menos velocidad. Al lado de Diego, José Luis describe que “esta lengua no es una lengua, en un frente enorme y va paralela a la carretera a unos cientos de metros”. Se trata de la que va directa al mar. También cuenta que la segunda colada que parece detenida en su avance “ha entrado en un barranquero. Hasta que no se llene, si se llena, no podrá continuar hacia adelante”. Una hondonada repleta de lava incandescente.

El volcán, que todavía tendrá que recibir un nombre propio, se ve casi desde cualquier punto del valle de Aridane. Pero también se oye como un rugido constante que, a veces, explota. También se huele, una mezcla de azufre y ceniza. Se siente sobre la piel por la caída constante de hollín, tan fina que provoca que el volcán también se mastique. “Yo renuncié a limpiar las mesas ya hace rato”, cuenta una camarera de los Llanos de Aridane harta de pasar el trapo húmedo por la superficie.

La destrucción que conlleva el volcán es lenta, pero inevitable. Da tiempo a que los vecinos se alejen rápido. Da tiempo, una vez se comprueba la dirección y la velocidad de la colada, a volver a verificar si la casa sigue en pie. A llevarse la cama de la madre amiga de Diego o a retirar algún electrodoméstico atado a la baca de una furgoneta. Pero, antes o después, por donde encuentra camino, pulveriza lo que toca. Unas 250 familias tuvieron que entrar y salir raudamente de Todoque este martes al certificarse la llegada de la lava.

Es lo mismo que ha ocurrido con la novena boca de erupción que estalló el lunes sobre las 21.30. Un terremoto cercano a los 4 grados Richter y una nueva colada. La evacuación del barrio de Tacande, en El Paso, fue acelerada. Los desplazados fueron al estadio de fútbol de la localidad y al de la colindante Los Llanos, según ha contado el presidente del Cabildo de La Palma, Mariano Hernández. “Llegaron unos diez”, recuerdan en el Estadio del Acero en los Llanos este martes por la mañana muy temprano. La mayoría de los evacuados encuentra un sitio donde recolocarse. La minoría tiene que recurrir al albergue del Acuartelamiento de El Fuerte en Breña Alta, cerca de Santa Cruz de la Palma, al otro lado de la isla.

A pocas horas de que anochezca, el volcán ha pasado este martes a una fase más explosiva, según ha confirmado el Instituto Volcanológico de Canarias. Los fuertes estruendos sobresaltan a la población e incluso la violencia de las expulsiones se confundió en un primer momento con una nueva boca. El Instituto Geográfico Nacional (IGN) destaca que esto no supone mayor peligrosidad, sino que libera más energía. La directora del Observatorio Geofísico, Carmen López, explica que ha cambiado el tipo de actividad. Mientras que ayer había fuentes de lava emanando del cráter, ahora hay ''pulsos de lava'' y ha disminuido la cantidad de gases, ha apuntado la científica a Televisión Canaria.

“El trauma ahora es la cantidad de casas que va a arrasar porque ahora hay muchas más viviendas que antes. Y todas esas fincas de plátano y ganado”, remata Diego, según enfila para Todoque. Le espera la cama de una anciana. Después, todo será lava.

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