La furgoneta bomba de ETA entró en la T4 el viernes
Los terroristas introdujeron la furgoneta-bomba en el aparcamiento de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas en la tarde del pasado 29 de diciembre, un día antes de que se produjera la explosión y dos días después de que tres encapuchados secuestraran a su propietario en Francia.
Según informaron fuentes de la investigación, las grabaciones de las cámaras de seguridad de Barajas han revelado que la furgoneta-bomba, una Renault Traffic, entró en el aeropuerto pasados unos minutos de las 18.50 horas del pasado día 29. No obstante, hasta el momento, los investigadores, que están visionando las imágenes en tiempo real al no poder hacerlo a cámara rápida por problemas con el disco duro del ordenador de AENA, no han podido determinar cuántas personas ocupaban la furgoneta y sólo han observado una mano que salía de la ventanilla del conductor para recoger el billete de entrada al aparcamiento.
Los investigadores barajan la posibilidad de que un comando itinerante procedente de Francia haya sido el responsable del atentado y que, tras la colocación de la furgoneta-bomba, habría regresado a refugiarse al país galo. Tras identificar la furgoneta y la matrícula, los investigadores localizaron a su propietario, un vecino de la localidad guipuzcoana de Oñate, que declaró a la Guardia Civil que había sido secuestrado en Luz Ardiden (al sur de Lourdes-Francia) el pasado día 27 por tres encapuchados que se identificaron como miembros de ETA y que había sido liberado el pasado sábado, día del atentado, entre una y dos horas después de la explosión.
El propietario de la furgoneta empleada en el atentado es un joven de nacionalidad española que había preparado su vehículo para acampar, ya que pensaba pasar unos días en Francia esquiando, y, según explicó, los encapuchados le dijeron que, si todo iba bien, pasaría la Nochevieja en su casa. El joven, que ha sido citado por la Guardia Civil para el próximo día 2 para ampliar su declaración, explicó que esa primera noche la pasó en la furgoneta junto a sus secuestradores, quienes por la mañana del día 28 hicieron varias llamadas desde sus teléfonos móviles hasta que un coche llegó al lugar en el que se encontraban.
Los etarras le metieron en ese segundo vehículo y desde ese momento el joven no volvió a saber nada de su furgoneta, por lo que los investigadores creen que fue en esa fecha cuando los terroristas comenzaron a preparar el vehículo para cometer el atentado. Las placas del vehículo que explotó, por tanto, eran las originales, ya que los terroristas no tuvieron necesidad de “doblarlas” al tener la seguridad de que el robo del vehículo no iba a ser denunciado.
Después de circular durante todo el día por caminos secundarios, el grupo pasó la noche en una casa abandonada. El viernes 29 -día que volvieron a pasar a bordo del coche, en constante movimiento-, los etarras preguntaron al secuestrado si le iban a echar en falta en su casa.
El joven respondió que no, porque su familia está acostumbrada a que pase varios días solo en el monte, pero los terroristas le hicieron enviar desde su teléfono móvil varios mensajes de texto tranquilizadores. Después de otra noche en el interior del coche, los secuestradores pusieron en libertad al joven entre las 10:00 horas y las 11:00 horas del sábado 30, entre una y dos horas después de que explotara la furgoneta en un aparcamiento del aeropuerto de Barajas.
En ese momento, los etarras le hicieron bajar del coche, le señalaron un camino y le dijeron que si lo seguía llegaría hasta un pueblo, que según las mismas fuentes se trata de la localidad francesa de Escot, situada en el departamento de los Pirineos Atlánticos. Cuando el joven llegó a esta población, adquirió una tarjeta telefónica y llamó a su familia, a la que relató lo ocurrido.
Las fuentes consultadas señalaron que el procedimiento empleado por ETA en esta ocasión no es el habitual, ya que hasta ahora cuando secuestraban o retenían a alguien para utilizar su vehículo lo hacían inmediatamente antes del atentado y no con varios días de antelación. A la espera de conocer una estimación oficial sobre la cantidad y el tipo de explosivo empleado, el vicepresidente segundo y consejero madrileño de Justicia e Interior, Alfredo Prada, sostuvo que la carga de la furgoneta oscilaba entre 500 y 800 kilos.
Argumentó que, aunque aún no se ha podido determinar con exactitud la composición y cantidad de la carga, se ha llegado a constatar que con menos explosivo no hubiera sido posible la destrucción de ese módulo. Por otra parte, la localización de un coche sospechoso, al haber sido denunciada ayer su desaparición, motivó la actuación de los técnicos en desactivación de explosivos de la Policía (TEDAX), aunque, tras ser inspeccionado, se descartó que estuviera relacionado con el atentado.