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El burro majorero se salva gracias al turismo

Efe

El burro majorero acompañó al campesino de Fuerteventura en sus tareas agrícolas hasta que la mecanización del campo casi lo hace desaparecer, pero la selección de reproductores y su uso como atractivo turístico, o como mascota, parecen ser su salvación.

El burro fue introducido en Fuerteventura después de la conquista por los primeros pobladores europeos como animal de carga con el que arar los terrenos que iban acondicionando para la agricultura o como animal de arrastre para norias y tahonas.

Además de la aparición de las nuevas tecnologías al campo, el burro majorero tuvo que lidiar, tiempo después, con la llegada de otro competidor, el burro sevillano, un ejemplar de mayor estatura al que pronto intentaron cruzar con la raza majorera.

En la actualidad, el burro majorero está catalogado como raza en peligro de extinción por el Ministerio de Agricultura y su censo ronda los 200 ejemplares.

La cifra ha aumentado en los últimos tiempos gracias a la Asociación del Burro Majorero, que lleva más de una década trabajando en la protección de esta animal autóctono.

Entre otras actividades, esta asociación imparte el curso “Valoración morfológica del burro majorero”, que desde este miércoles y hasta el próximo viernes se celebra en la isla.

En él, intervendrá el veterinario del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias Juan Capote, quien ha explicado que el burro majorero tiene características similares a otros asnos de Cerdeña y Sicilia (Italia), aunque su origen parece encontrarse en el noroeste de África.

El animal es de pequeño tamaño, con una cabeza con perfil subcóncavo, una alzada que ronda el metro veinte, unos 150 kilogramos de peso y pelo corto con unas tonalidades que van desde el gris claro hasta el oscuro.

Además, son características del burro majorero la raya de mulo en la espalda, la banda crucial que recorre la espalda del animal y las cebraduras de las patas.

Para Capote, la continuidad del burro majorero pasaría por darle un uso como atractivo turístico o utilizarlo como mascota debido a su carácter dócil, agradable y con una historia vinculada a las necesidades del majorero, sin olvidar la posibilidad de emplearlo como instrumento para mantener vivas las tradiciones locales.

El burro es uno de los protagonistas de la tradición de los “mariantes”, después de que hace más de una década varios hombres de Mezque y Ajuy, en Pájara, decidieran acudir a finales de julio hasta Agua que se Acaba, a un kilómetro de Aguas Verdes (Betancuria), para pasar unos días pescando y viviendo como sus antepasados.

Estos “mariantes” del siglo XXI recrean durante unos días la forma de vida de sus abuelos cuando, tras recoger el grano, se trasladaban en verano, junto a sus burros, hasta los refugios pesqueros en busca de pescado y marisco con los que complementar la dieta alimentaria y, llegado el caso, conseguir nuevas alternativas económicas con la venta de los productos.

Capote cree que, además de fomentar el uso del animal, “hay que mejorar su morfología, llevando a cabo un libro de registro donde se valore cuáles son los mejores para la reproducción de cara a mejorar la calidad del animal y evitar cuestiones como la consanguinidad”.

Este veterinario también abre la puerta a otras cuestiones como mejorar el aplome del burro, es decir, la pisada del animal ante el elevado porcentaje de aplomos deficientes que presentan en la actualidad.

El programa de valoración morfológica permitirá además que un experto se traslade hasta el lugar donde se encuentra el animal para hacer una valoración y, en función de ello, catalogar su interés como futuro reproductor.

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